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Una mujer de 29 años, Adoración G.G., murió la madrugada del domingo en Alcoi degollada presuntamente por su pareja, Guillermo V.M. de 28, en el domicilio familiar, donde el agresor intentó suicidarse después lanzándose desde el quinto piso, en el que vivían desde hacía poco menos de un año. La pareja no tenía hijos y no constaban denuncias previas.

Con la víctima de Alcoi ya son 35 mujeres asesinadas por violencia de género en lo que va de 2022 en el Estado español y la cifra asciende a 1.165 desde 2003, cuando se empezaron a recopilar estos datos. La ministra de Igualdad, Irene Montero, y la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, expresaron su “más absoluta condena y rechazo” a este último asesinato machista y trasladaron su “apoyo” a familiares y amistades de la víctima. Más contundente fue el presidente de la Generalitat valenciana, Ximo Puig, ya que denunció que el “principal problema de España” es que continúe habiendo “una sola mujer vejada, perseguida o asesinada”.

“No lo podemos consentir”, sentenció. Y tiene toda la razón. Pero las agresiones contra las mujeres, muchas veces por el simple hecho de serlo, tienen muchas caras y una de ellas se esconde en la jungla de las redes sociales.

Por ello es de aplaudir la iniciativa liderada por la Universitat de Lleida para analizar los mensajes misóginos que tanto abundan en Twitter, Facebook o Instagram. Se trata de un estudio internacional en el que participan otras universidades (la Pompeu Fabra de Barcelona, la Complutense de Madrid y la de Guadalajara en México) y que en los últimos dos años ya ha recopilado la escandalosa cifra de más de medio millón de publicaciones que, de una forma más o menos evidente y más o menos vejatoria, atacan a las mujeres. El objetivo del trabajo es doble: por un lado determinar qué tipo de perfiles se esconden tras estos discursos antifeministas y detectar si tienen vinculación con ciertas esferas político-ideológicas, especialmente de extrema derecha.

Tras el análisis, el próximo paso será elaborar una guía con pautas que sirvan como instrumento para instituciones y asociaciones con las que combatir estas actitudes en las redes sociales ya que actualmente no existe ningún protocolo con criterios unificados para abordar esta situación y que, por ejemplo, determinará si es más positivo contestar a los ataques o mejor obviarlos para no darles más difusión. Y es que este tipo de mensajes quizá puedan parecer en muchas ocasiones de baja intensidad pero, por la misma condición de universalidad de las redes sociales, tienen un calado más que notable. De momento ya ha trascendido que una de las publicaciones que se analizan es un tuit que cuestiona la necesidad de ser del ministerio de Igualdad.

La verdad es que no hace falta dar más detalles del citado tuit para no contribuir a su patético objetivo.

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