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EDITORIAL

Los pueblos pequeños, cada vez más grandes

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Fueron pueblos llenos de vida, pero languidecían. Durante décadas hubo un goteo constante de vecinos que cerraban la casa familiar para establecerse en una ciudad. Parecía inevitable que se acentuara el profundo desequilibrio demográfico de Catalunya, con el área metropolitana de Barcelona altamente poblada en contraposición con el resto del país.

Y más de lo mismo ocurría en la demarcación de Lleida, con una capital de 140.000 habitantes y la segunda población, Tàrrega, con cerca de 18.000. Además, el 71% de los municipios leridanos estaban en 2017 por debajo del millar de vecinos. Sin embargo, el largo confinamiento de 2020 por la Covid-19 ha provocado un retorno al mundo rural.

El agobio que supuso para muchas familias vivir en espacios muy cerrados y sin acceso a la naturaleza invirtió la tendencia y ahora la mayoría de municipios de Lleida ha ganado población que busca una mejor calidad de vida. Seis de cada diez, un total de 146 poblaciones, han aumentado su censo entre 2019 y 2021, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Los ayuntamientos, conscientes de que se trata de una oportunidad de oro para recuperar servicios y evitar el cierre de escuelas o consultorios médicos, promueven decenas de iniciativas, en solitario o en colaboración con otras administraciones, para atraer a nuevos habitantes y conservar los que ya tienen.

De hecho, algunos pequeños pueblos han experimentado un crecimiento de población que ha puesto a prueba la capacidad de infraestructuras y equipamientos públicos construidos para poblaciones mucho menores. Es el caso de Bausen, cuyo censo ha crecido un 20%. El ayuntamiento advierte que la carretera de acceso a esta localidad aranesa no puede absorber el tráfico de vecinos y turistas, por lo que se bloquea a menudo.

También ha crecido de manera espectacular Lles de Cerdanya, con un 19% más de población, lo que ha obligado a construir un nuevo consultorio médico. El aumento es del 18% en Granyena de Les Garrigues y Prats i Sansor, donde la escuela “ha llegado a su límite”, con 40 alumnos, y se ha tenido que habilitar un equipamiento municipal como aula.Que las pequeñas poblaciones tengan futuro es, sin duda, una buena noticia, pero sin la ayuda de las administraciones no será tan fácil fijar a estos nuevos vecinos en el territorio. El transporte público es todavía una asignatura pendiente en muchas comarcas de Lleida, lo que obliga a depender del coche particular y eso, además de ser poco sostenible, incrementa los riesgos de sufrir un accidente de tráfico.

El mantenimiento de las carreteras ha de ser otra prioridad y, por supuesto, se deben garantizar servicios tan básicos en el siglo XXI como internet para poder teletrabajar en condiciones. Los pueblos pequeños quieren crecer.

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