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En tiempos de crisis, como en la que estamos inmersos tras la pandemia y la guerra de Ucrania, los amantes de lo ajeno, como eufemísticamente se llamaba a los ladrones, tienen el terreno abonado. Sus futuras víctimas ven, en los supuestos negocios que les ofrecen, una vía para mejorar su nivel económico, sin caer en la cuenta de lo que reza otra frase muy manida y quizá anticuada pero muy cierta: nadie vende duros a cuatro pesetas. Esta introducción responde a la noticia que publicábamos ayer, según la cual las estafas se han disparado en Ponent, con 14 denuncias al día recibidas por los Mossos d’Esquadra, lo que supone un espectacular aumento del 31,6% en relación al mismo periodo de 2021.

Como corresponde a los tiempos que vivimos, ya no se trata de timos como el de la “estampita”, que aún perdura de forma residual, sino que los estafadores hacen uso de las nuevas tecnologías y la mayoría de casos, un 90 por ciento, se producen a través de internet. Así, la policía catalana alerta de la peligrosidad de hacer “negocios” a través de las nuevas tecnologías y más si quien nos propone ofertas irresistibles, muy habituales en estas fechas del Black Friday, es desconocido ya que corremos el riesgo del robo de datos bancarios, así como de los contenidos de nuestros equipos informáticos y de teléfonos móviles. Los ciberdelitos también están al orden del día, doblándose el número de denuncias en comparación con las formuladas en 2015.

En este caso, los ciberdelincuentes suplantan desde bancos a organismos oficiales a partir de SMS y llamadas telefónicas, con lo que pueden acceder a las cuentas de sus víctimas de forma cómoda y fácil. El resumen es que debemos tener los ojos bien abiertos y recordar que difícilmente un desconocido puede ofrecernos el negocio del siglo a cambio de nada. Es mejor hacer oídos sordos a los cantos de sirena de este tipo y dejar escapar supuestas oportunidades de oro que tener que lamentarse después.

Porque, insistimos, nadie regala duros a cuatro pesetas.

Homenaje a los pioneros

El municipio de Aitona rindió el sábado un merecido homenaje a los primeros agricultores que apostaron por plantar árboles frutales en el municipio allá por los años 60, lo que ha permitido que, hoy en día, este enclave del Segrià sea conocido en el mundo entero. Y es que Aitona ha sabido aprovechar al máximo su potencial productivo que iniciaron aquellos pioneros para atraer turismo: comenzó con las visitas a los campos de frutales en flor, siguió con la recogida de la fruta y ahora, gracias al proyecto Fruiturisme, ya organiza actividades turísticas relacionadas con el campo durante todo el año.

Un gran ejemplo de éxito que se está extendiendo más allá del Segrià.

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