EDITORIAL
Otra vergüenza para el Mundial de Catar
La trama de corrupción en el seno del Parlamento Europeo, con supuestos pagos y regalos de Catar a personas “relevantes” que pudieran influir en su toma de decisiones, va camino de convertirse en uno de los mayores escándalos de la institución europea. El sábado, la Fiscalía belga dio a conocer que cuatro de los seis detenidos en la redada del viernes en Bruselas han sido imputados y entre ellos está la vicepresidenta de la Eurocámara, Eva Kaili. La eurodiputada socialista de origen griego es, hasta el momento, el máximo cargo involucrado en el caso.
Se la acusa –al igual que los otros imputados– de “pertenencia a organización criminal, corrupción y blanqueo de capitales”, informó la fiscalía en un comunicado. Kaili no pudo beneficiarse de su inmunidad parlamentaria, ya que la policía la detuvo en “flagrante delito” el viernes. Según la prensa belga, la eurodiputada llevaba “bolsas llenas de dinero” en el momento de su detención.
El padre de la eurodiputada también fue interceptado poco después con una maleta llena de dinero en efectivo, cuando salía de un hotel en Bruselas, pero fue puesto en libertad. El escándalo, conocido ya como Qatargate, salpica también al eurodiputado socialista Marc Tarabella, cuyo domicilio fue registrado en la noche del sábado. Ante la gravedad de las implicaciones para el Parlamento Europeo, su presidenta, Roberta Metsola, viajó desde Malta a Bruselas para seguir el curso de las investigaciones.
Metsola suspendió “con efecto inmediato” de sus funciones a la vicepresidenta y a Tarabella y manifestó su total cooperación con las autoridades policiales y judiciales. La Oficina Central para la lucha contra la corrupción de Bruselas lleva cuatro meses preparando esta operación en la que se han registrado 16 domicilios de personas relacionadas con el Parlamento Europeo. Se sospecha que Catar habría pagado importantes sobornos y habría hecho regalos significativos a personas con una posición decisiva en la institución europea para “influir en decisiones políticas o económicas”.
La vergüenza del Mundial de fútbol, que todavía se está disputando, va más allá ya de la demostración palpable e incontestable de que el dinero lo puede comprar todo, pasando por encima de los derechos humanos, los derechos de los trabajadores, de las mujeres, de la diversidad sexual y de cualquier respeto a conquistas democráticas que se han ido consolidando. Ahora no solo están en cuestión las federaciones de fútbol y la FIFA, que han mirado hacia otro lado y han contribuido a intentar blanquear el régimen catarí, ahora también el poder político de una de las instituciones más respetadas del mundo, el Europarlamento, está en entredicho. Queda el consuelo de la rápida intervención de la Fiscalía belga, que, sin paños calientes ni espurios atenuantes, ha actuado con diligencia.
Veremos hasta dónde llega el barro.