EDITORIAL
Cooperación ante las turbulencias globales
El año que acabamos de dejar atrás ha sido el del final de casi todas las restricciones a causa de la Covid que obstaculizaron la vida de los ciudadanos y la actividad económica. Esta primera pandemia mundial desde la gripe española, a diferencia de aquella, ha tenido lugar en un mundo globalizado. No obstante, la cooperación entre los países ha brillado por su ausencia, cada uno le ha hecho frente de forma individual, con la única excepción de los países de la UE en lo que respecta a la compra de las vacunas, y ha quedado patente que la OMS pinta menos que poco a nivel práctico.
A finales de 2021, después de que las vacunas redujeran la virulencia de la Covid, la actividad económica se vio afectada por la falta de materias primas y componentes como chips, situación que en gran parte se atribuyó al parón provocado por las restricciones y a la dificultad de cubrir la demanda generada por la reactivación. A raíz de ello, hubo un encarecimiento de estos materiales y paralelamente comenzó a subir el precio de la luz, el gas y los combustibles. Esta dinámica y la consiguiente inflación se agravaron a partir de finales de febrero de 2022 por la invasión rusa de Ucrania y la consiguiente guerra, que todavía continúa.
La alta inflación y la carestía de la energía, aunque suavizadas en las últimas semanas, han sido un fenómeno mundial, sin embargo, y al igual que sucedió con la Covid, la cooperación ha sido casi inexistente, e incluso dentro de la propia UE ha sido complicado articularla. En 2022 también se ha celebrado una nueva cumbre del clima, que, como casi siempre, ha acabado con acuerdos pírricos que no van mucho más allá de protocolos de buenas intenciones que no se terminan aplicando, mientras las consecuencias del cambio climático son cada vez más evidentes. No solo se dan pasos adelante, sino que hay situaciones paradójicas como la de Alemania, hasta hace poco un adalid del fin de los combustibles fósiles, que ha reactivado la explotación de las minas de carbón para hacer frente al recorte del suministro del gas ruso.
Está claro que el mundo afronta una serie de problemas que difícilmente pueden solucionarse ni siquiera parcialmente sin una cooperación internacional. En cambio, la tendencia política es la contraria: priorizar los intereses de cada país aunque sea en detrimento de los demás. Cuando comienza un nuevo año, son muchas las personas que se hacen una serie de propósitos.
Para este 2023, sería bueno que los líderes políticos de todos los niveles –locales, nacionales e internacionales– colaboraran por el bien de la gran mayoría de los ciudadanos. Es un deseo utópico sin posibilidades reales de llevarse a la práctica. Pero no está de más advertir que seguir por el camino actual solo agravará el cambio climático y las desigualdades a nivel mundial y dentro de cada país.
Ojalá este pudiera ser el año del inicio del cambio. .