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La madrugada del 24 de febrero de 2022, Rusia lanzó el ataque contra Ucrania que siempre había negado que quisiera emprender y que, eufemísticamente, denominó “operación militar especial”. Desde entonces, la cifra de civiles fallecidos confirmados por Naciones Unidas ha superado los 8.000, mientras que un año de conflicto también ha causado 13.287 heridos entre la población no militar, así como ocho millones de refugiados. “Nuestros datos son solo la punta del iceberg en una guerra cuyo coste en los civiles es insoportable”, destacó el alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk.

Su oficina, que hace un seguimiento de las víctimas civiles desde el inicio de la invasión rusa, publicó esta semana un informe en el que subrayó que al menos 487 de los civiles fallecidos y 954 de los heridos eran niños y niñas y un 40% de las víctimas (muertos y heridos) cuyo sexo se conoce fueron mujeres. Y si el número de civiles afectados es espeluznante, también es devastador el referente a militares. Así, mientras unas fuentes hablan de unos 180.000 soldados rusos muertos o heridos y 100.000 militares ucranianos, otras informaciones aumentan las cifras hasta llegar a las 150.000 bajas en cada bando y, para demostrar su trascendencia, comparan las registradas por el ejército de Putin en la guerra de Afganistán (1979-1989), cuando la entonces Unión Soviética perdió solo 15.000 soldados.

Además del balance de víctimas, que siempre es lo más terrible de una guerra, la invasión está dejando cada vez más en evidencia la división internacional entre quienes están al lado del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, y los que se decantan por manifestar su connivencia con el de Rusia, Vladímir Putin. Este último solo puede lucir el apoyo inquebrantable de alguno de sus socios tradicionales, como la vecina Bielorrusia, Siria o Irán, mientras que China hace amagos pero no clarifica al 100% su postura, aunque de una forma muy diplomática. Por su parte, Zelenski está viendo cómo prácticamente todo Occidente está a su lado y no solo de palabra, sino con el envío de material militar de todo tipo para hacer frente a los devastadores ataques rusos y con sanciones económicas contra los invasores.

La imagen más gráfica de este apoyo fue la reciente visita del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, a la que se han sumado estos días otros líderes de más países, como ayer mismo la del presidente español, Pedro Sánchez. Quien también está poniendo manos en el asunto es la ONU, cuya Asamblea General debe votar las próximas horas una resolución apadrinada por la UE para pedir un cese de hostilidades en Ucrania. Quizá solo sean palabras, pero la diplomacia debe redoblar esfuerzos para poner fin a una barbarie que aún puede tener consecuencias más dramáticas si es cierto que Rusia está rearmando su temible arsenal nuclear.

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