EDITORIAL
Un acto de justicia y de dignidad
Es un monumento de una belleza singular. De hecho, la Seu Vella aspira a ser Patrimonio de la Humanidad, pero la antigua catedral de Lleida también ha sido escenario de atrocidades desde que Felipe V la cerró al culto para convertirla en un cuartel militar. Menos conocida es su etapa como campo de concentración después de que las tropas franquistas entraran en Lleida el 3 de abril de 1938, un año antes de que acabara la Guerra Civil.
El historiador Gerard Pamplona ha documentado las deplorables condiciones en las que vivieron entre sus nobles muros 7.000 republicanos represaliados. Algunos eran ilustres, como el poeta y gran experto en la obra de Picasso Josep Palau i Fabre. El frío y la humedad se les calaban en los huesos y los piojos y la chinches se los comían vivos.
Pero lo peor eran las madrugadas, cuando los despertaban los tiros que acabarían con la vida de algún compañero al pie de las murallas. No es de extrañar que cuando a algunos prisioneros les ofrecieron la posibilidad de conmutar pena a cambio de hacer trabajos forzados, ni lo dudaran. Fue el caso de Lluís Carré, de Vinaixa, uno de los cientos de republicanos que construyeron el complejo militar de Gardeny.
Otros no lo superaron, como el abuelo de Joan Pinyol, autor del libro Avi, et treuré d’aquí. Joan Colom Solé falleció por las insalubres condiciones higiénicas del campo de concentración de la Seu Vella y fue enterrado en la fosa común del cementerio de Lleida, pero años más tarde, sin comunicárselo a su familia, sus restos fueron trasladados al Valle de los Caídos. Son solo unos pocos ejemplos del horror.
Hacía muchos años que familiares de los represaliados pedían que la Seu Vella no diera la espalda a quienes la sufrieron como campo de concentración. Ayer, por fin, se inauguró la fuente escultórica Sequía en recuerdo de estas 7.000 personas. Para la portavoz de la Plataforma Memorial Seu Vella, Magda Ballester, “se ha recuperado una parte de la memoria colectiva”, por lo que “se avanza hacia el futuro”.
Es importante dar a conocer la existencia “de estas barbaridades” para evitar que se vuelvan a producir. El alcalde, Miquel Pueyo, subrayó que recuperar los nombres y los hechos “no es una cuestión de revancha, es una cuestión de dignidad, de justicia y de respeto para las víctimas”. Una obra muy necesariaLa estación de autobuses de Lleida costará 41 millones de euros y se licitará “en las próximas semanas”, según el conseller de Territorio, Juli Fernàndez.
Sin duda una buena noticia para la capital del Segrià y su área de influencia. Aunque se adecente el actual apeadero, deja mucho que desear como carta de presentación de la ciudad a los viajeros que llegan en autobús.