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Con motivo del centenario de su nacimiento, ayer se inauguró en Lleida el Any Oró, una serie de actos en reconocimiento del científico más prestigioso que jamás haya tenido Ponent y cuya difusión de su legado era una asignatura pendiente de la ciudad. Oró nació en el barrio de La Bordeta, justo encima de la panadería que tenían sus padres en este popular barrio y pasó su infancia y juventud como un leridano más. La Guerra Civil obligó a la familia a refugiarse en Alcanó y tras acabar la contienda, Joan siguió sus estudios en la capital del Segrià hasta que optó por estudiar Químicas en Barcelona para poder así adentrarse y adquirir conocimientos de su verdadera pasión, la química de la vida, es decir, la bioquímica, especialidad que no se impartía en esos años ni en la capital catalana ni en el estado español.

Ya casado y tras volver temporalmente a Lleida, emprendió su sueño americano en 1951, en la Universidad de Houston, en la cual se doctoró en Bioquímica cuatro años después. Más tarde, pasó a ser profesor titular de esta prestigiosa universidad de Texas y Joan Oró hizo su primera gran aportación a la ciencia mostrando que la Adenina (un compuesto químico que las células utilizan para elaborar elementos básicos del ADN y ARN) en grandes cantidades podía ser sintetizada a partir de la polimerización de amonio con cinco moléculas de cianuro de hidrógeno (HCN) en disolución acuosa,? lo que tiene implicaciones en el debate sobre el origen de vida en la Tierra. El origen del universo y la configuración de la vida en nuestro planeta fue la verdadera razón de su existencia profesional y la búsqueda de este principio marcó toda su trayectoria.

Su hija dijo ayer en la presentación de los actos que marcará este año de reconocimiento una de sus frases más célebres: “Somos polvo de estrellas”, ya que su hipótesis sobre este principio era que debemos nuestra existencia a una colisión de cometas con la Tierra, que habrían aumentado la cantidad de compuestos de carbono y de agua provocando la síntesis de las moléculas que con el tiempo se transformarían en la vida, tal y como la conocemos. En esos años, 1963, le llegó también una oferta de la NASA para estudiar la materia orgánica que el proyecto Apolo recogería en la Luna y que poco después constató lo que muchos científicos ya habían predicho, es decir, la no existencia de vida en este satélite de nuestro planeta. Experimento que luego repetiría en Marte con el mismo resultado inicial.

Oró volvió a Catalunya en 1980 y llegó a ser diputado del Parlament, pero los presupuestos que nuestro país dedicaba por aquel entonces a la ciencia eran irrisorios comparados con los de EEUU y retornó a su casa de adopción, instalándose definitivamente en Catalunya cuando se jubiló en 1994. Difundir su legado es una obligación y un acto de justicia para el científico más prestigioso nacido en Lleida.

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