EDITORIAL
Cuando la calle se convierte en hogar
La Fundació Social Sant Ignasi de Loiola, Arrels Sant Ignasi, empezó a gestarse en el verano de 1993 cuando los voluntarios vinculados a la parroquia del mismo nombre de Lleida comenzaron a repartir bocadillos entre las personas que llegaban a la ciudad para trabajar en la campaña de la fruta. Un año después, se creaba la fundación como tal con el encomiable fin de ayudar a las personas más desfavorecidas de la ciudad. Treinta años después, la entidad tiene el mismo objetivo y sus diferentes programas de atención son del todo indispensables para mejorar la calidad de vida de miles de usuarios, cuya cifra, por desgracia, no para de crecer.
Así, el pasado año 5.866 personas se beneficiaron de algunos de los servicios y proyectos que ofrece la fundación, de los que 2.337 fueron beneficiarios directos, un 10% más que en 2021. Sin embargo, uno de los aspectos que más llama la atención es que, según la memoria de Arrels, 142 personas vivían en las calles de la capital, lo que supone un nuevo aumento respecto al año anterior, cuando contabilizaron a 115. El perfil refleja que el colectivo incluye cada vez más personas muy jóvenes, de menos de 23 años, en situación de sinhogarismo, y ha aumentado también la cifra de mujeres que viven en la calle.
Este incremento de ciudadanos en situación de exclusión social debe ser objeto de reflexión y es necesario analizar los motivos que les han llevado a vivir en estas condiciones tan precarias. En algunos casos, esperemos que muy pocos, puede ser por voluntad propia pero en la mayoría a buen seguro que sería factible revertir la situación ofreciéndoles alternativas para tener una mínima calidad de vida.
Cambio climático inexorable
La ventana de oportunidad que actualmente tiene el mundo para lograr “un futuro vivible y sostenible para todos” se está cerrando rápidamente, según alertó ayer el nuevo e impactante informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), que hizo la enésima llamada a reducir las emisiones y el consumo.
En este sentido, da por “virtualmente seguro” un aumento de las olas de calor, ve muy probable que haya más lluvias torrenciales, y cree posible el alza de los incendios y las inundaciones. Ello traerá asociada un alza de la mortalidad por el aumento de temperaturas, más enfermedades contagiosas, mayores inundaciones, pérdida de biodiversidad y el descenso de la producción agrícola en algunas regiones. Pese a todo, el IPCC aún ve motivos para la esperanza: “Hay desde ya mismo múltiples opciones, factibles y efectivas, para reducir las emisiones y adaptarse al cambio climático”, concluye.
Confiemos que las recomendaciones que detalla el estudio se lleven a la práctica.