EDITORIAL
La escuela rural necesita más apoyo
Las escuelas rurales han pasado por muchas vicisitudes en el último medio siglo. A mediados de los setenta, muchas desaparecieron al aplicarse un plan de concentración en centros más grandes. Posteriormente, a principios de los ochenta, la restaurada Generalitat impulsó su reapertura en los pueblos donde había suficientes alumnos, en un proceso que en Lleida impulsó inicialmente Maria Rúbies.
Sin embargo, durante años estaban peor consideradas socialmente que las que tenían grupos completos en todos los cursos. Esta situación ha ido cambiando hasta el punto de que ahora su prestigio es en general mayor que el resto, como dábamos cuenta en nuestra edición de ayer. Tanto el departamento de Educación como los docentes y los profesores de la Universitat de Lleida, expertos sobre la escuela rural, destacan que el reducido número de alumnos facilita una enseñanza mucho más individualizada y una mayor confianza y relación con los maestros.
El hecho de que alumnos de distintas edades compartan aula también proporciona ventajas a nivel de aprendizaje y de asunción de responsabilidades. Además, en los pueblos el colegio es mucho más que el lugar donde los niños pasan unas horas al día, ya que participan en la vida municipal y es habitual que los docentes incorporen actividades pedagógicas basadas en el entorno. Para los pueblos, mantener el colegio es una prioridad, y por eso numerosos ayuntamientos llevan a cabo iniciativas para atraer a familias con niños cuando prevén dificultades para que haya suficientes matriculados.
Hay que tener en cuenta que en las comarcas de Lleida hay actualmente una treintena de centros que cuentan con menos de 20 alumnos, cuando el mínimo fijado para permanecer abiertos es de 5. Educación afirma que su voluntad es potenciar lo máximo posible a la escuela rural, y que por eso impulsa la implantación del primer ciclo de alumnos de educación Infantil para niños de 1 y 2 años. Asimismo, señala que su voluntad es promover la reapertura de algunas que cerraron o la creación de nuevas en las localidades donde haya suficiente demanda.
Son buenas intenciones, pero a veces de la teoría a la práctica hay un cierto trecho. Muchas de estas escuelas se encuentran en edificios antiguos, que no disponen de gimnasio ni de otras instalaciones que cualquier centro considera básicas. Y por lo que respecta a la incorporación del primer ciclo de Infantil, es cierto que la Generalitat se hace cargo de la mayoría del coste, pero queda una parte que deben aportar los ayuntamientos, lo que no siempre resulta factible, porque el presupuesto que manejan los de municipios pequeños hace casi inviable asumir nuevos gastos fijos.
Se habla mucho y desde hace mucho tiempo de reequilibrio territorial, pero las actuaciones para que sean una realidad son muy modestas. Sin duda, fortalecer la escuela rural debe ser una de ellas.