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Las diferencias entre las cuencas internas de Catalunya y la del Ebro, de la que depende toda Lleida, excepto algunos municipios del Solsonès, son evidentes. Para empezar el Llobregat, Ter, Muga, Daró, Fluvià, Francolí, Foix, Besòs, Gaià, Tordera y Riudecanyes están mucho menos regulados que los ríos de Lleida. Es decir, cuentan con muchísimos menos embalses, y, por contra, deben dar de beber a mucha más gente porque de ellas dependen Barcelona y área metropolitana.

Otra gran singularidad es que en Lleida se producen el 70% de los alimentos de toda Catalunya, lo que no es baladí. Y es evidente que el cambio climático nos afecta y afectará a todos por igual y que resulta palmario que hay que iniciar una nueva cultura del agua que promueva el ahorro y reutilización en todas los sectores, pero no ha de servir para que reduzcamos ni una hectárea de nuestras producciones agroganaderas, porque si la autosuficiencia alimentaria de Cataluya apenas llega al 40%, sacrificar cultivos y crianzas de animales no sería bajo ningún concepto una buena solución, más bien todo lo contrario. Y no es cierto que solo nos acordemos de Santa Bárbara cuando llueve –bueno, en este caso cuando no lo hace–, porque los payeses y ganaderos de Lleida llevan años apostando por el riego por goteo y aspersión, construyendo pequeñas o grandes balsas para suministrarse cuando la necesitan y reclamando a las administraciones ayudas para su modernización.

Tampoco se puede generalizar que los ayuntamientos, de los que depende la gestión del suministro de boca, hayan permitido filtraciones o envejecimiento de las conducciones, despilfarrando el suministro, ni siquiera que el ACA haya descuidado la red pública. El problema es que en el anterior episodio grave de sequía, en el 2008, se activaron muchos mecanismos para que, ante otra pertinaz escasez, no tuviéramos que padecer tanto, pero no se han llevado a cabo las inversiones ni ayudas necesarias para que hoy sean una realidad. Esperemos que en esta ocasión, aunque llueva a mares a partir de ahora, no olvidemos que la nueva cultura del agua hay que acordarla, pactarla y consensuarla precisamente en períodos de bonanza, no cuando la sed apremia.

‘No’ al referéndum

El Gobierno, por boca de dos ministros, ha vuelto a rechazar cualquier posibilidad de un referéndum de autodeterminación en Catalunya después de que el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, activara el proceso para alcanzar un acuerdo de claridad que permita fijar las condiciones para realizar una propuesta de consulta. Difícil panorama para el independentismo, totalmente dividido aquí y con el tajante no del PSOE en el resto de España.

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