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La radiografía que publicábamos ayer sobre la situación de las residencias de la tercera edad en la provincia de Lleida era más que clarificante para saber cómo funciona y de qué adolece este sector, uno de los pilares de la llamada sociedad del bienestar. En total existen 76 geriátricos, trece de ellos en la capital, con casi 3.400 plazas para residentes, el 97% de los cuales tienen algún grado de dependencia. Estas personas necesitan unos cuidados y una atención especializados que, por desgracia y en demasiadas ocasiones, no reciben a causa de la falta de personal que, a su vez, percibe unos salarios muy poco acordes con la vital tarea que desempeñan.

Los testimonios de trabajadores del sector reflejan una precariedad muy preocupante, con ratios exageradas y condiciones precarias, lo que se traduce en que el usuario no es atendido como requiere. No es de recibo que profesionales, no siempre con la formación necesaria, se hagan cargo de decenas de personas, con situaciones concretas como la que narra una auxiliar que tenía que cuidar de 12 usuarios (con casos aún más exagerados), o que personal del área de limpieza se vea obligada a asumir tareas gerontológicas por falta de trabajadores cualificados. En definitiva, una situación que debe revertirse tan pronto como sea posible, tanto por el bien de los usuarios, personas ahora vulnerables que a lo largo de su vida han contribuido al avance de la sociedad, como de los trabajadores que están a su cargo, que tanto sufrieron durante los meses de la pandemia y a los que debemos agradecer enormemente su gran esfuerzo en aquella tapa.

La Generalitat impulsa un nuevo modelo de atención a la tercera edad que, en la teoría, es muy atractivo e interesante. Contempla el respeto a las preferencias de cada residente, que puedan elegir disponer de una habitación individual, la implicación de su familia y muchas otras ventajas. Sin embargo, la falta de financiación hace que, de momento, se trate solo de buenas intenciones.

Es, pues, necesario hacer un esfuerzo por parte de las administraciones para cuidar un sector al que prácticamente todo el mundo, más pronto o más tarde, tendremos que requerir sus servicios.

Mejor prevenir que apagar

El gran incendio que se inició el sábado en Mequinensa y que “saltó” al Baix Segre, arrasando al final 450 ha, habría sido provocado por una línea eléctrica en la parte aragonesa, en una área donde se produjo otro siniestro similar hace 20 años. Es por ello que alcaldes de la zona reclaman a la administración que cree más cortafuegos y a las compañías eléctricas, que solventen el problema que ocasionan líneas muy cargadas y con falta de mantenimiento. Como siempre, la prevención es la mejor actuación.

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