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El suicidio se convirtió en el año 2008 en la primera causa de muerte no natural en España, después de sobrepasar a los accidentes de tráfico o las caídas. En 2019, fueron 3.671 las personas que se quitaron la vida, en 2020 –el año que comenzó la pandemia de Covid– la cifra ascendió a 3.941 y, en 2021, se suicidaron 4.003 personas. Son datos escalofriantes que, en el caso de la provincia de Lleida, alcanzaron los 36 casos ese año.

Frente a otras enfermedades, que son menos letales por la mejora de los tratamientos o la prevención, o las muertes en carretera, que también se han reducido considerablemente los últimos años, el suicidio continúa con un crecimiento paulatino que hasta ahora no se ha sabido o podido detener. Y es posible que las cifras oficiales no reflejen por completo el problema, puesto que aún sigue considerándose, en muchos casos, un tabú el hecho de hablar de este tipo de muerte. Para intentar poner freno a esta dramática situación, el Gobierno pondrá en marcha permisos de acompañamiento a personas en riesgo de suicidio, medida que se recoge en una proposición no de ley de Más País, el partido de Íñigo Errejón, que aprobó el Congreso el pasado 23 de febrero.

El Gobierno analizará con la patronal y los sindicatos este nuevo tipo de permiso laboral para que las personas “en situaciones puntuales de riesgo inminente de suicidio” puedan ser “acompañadas y cuidadas”. Según la propuesta parlamentaria, duraría quince días como máximo y no implicaría merma en el salario para el acompañante. Según fuentes de Más País, la evidencia demuestra que el acompañamiento estrecho por parte de personas de su entorno es una de las herramientas más importantes para ayudar a las personas en riesgo de suicidio, por lo que es necesario implementar medidas como la ahora acordada para frenar la tendencia.

En este sentido, cabe añadir que es especialmente preocupante el incremento del número de jóvenes que se han quitado la vida, destacando los adolescentes de entre 10 y 14 años: una horquilla de edad en la que el suicidio creció un 134% en el año de la pandemia. Y es que los efectos sobre la salud mental de los largos meses que convivimos con el virus letal en su máximo apogeo son perfectamente evidentes todavía y es necesario implementar todas las medidas necesarias para intentar revertir una situación tan preocupante como esta. Entre los principales factores que influyeron en el aumento de este tipo de dolencias psicológicas destacan la soledad, el miedo al contagio o a la muerte, el duelo por haber perdido un ser querido y las preocupaciones económicas.

Las limitaciones a la hora de recibir tratamiento adecuado agudizaron la situación, por lo que, como decíamos, es una urgencia absoluta redoblar los esfuerzos para intentar cambiar este panorama sombrío.

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