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Todavía estábamos haciendo recuento de los partidos judiciales de Lleida, los resultados de ayuntamientos y posibles pactos, consells comarcals y Diputación, cuando el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, tras los resultados dramáticos para el PSOE tanto en municipales como en autonómicas, dio un golpe de timón drástico y decidió adelantar las elecciones generales al 23 de julio ante el riesgo de un desgaste más largo de su ejecutivo en los próximos meses, con una derecha envalentonada tras su rotundo éxito electoral y con Vox presente en muchos consistorios, también de Catalunya. “He tomado esta decisión a la vista de los resultados de las elecciones autonómicas y municipales. Muchos presidentes y alcaldes socialistas con gestiones impecables se van a ver desplazados, incluso a pesar de ver aumentado su apoyo.

Esas instituciones pasarán a ser gobernadas por el PP y Vox. El sentido del voto traslada un mensaje que va más allá. Asumo en primera persona los resultados y creo necesario dar una respuesta y someter nuestro mandato a la voluntad popular.

El Gobierno ya ha sacado adelante las grandes reformas comprometidas. Nuestro país se dispone a desempeñar una responsabilidad muy importante como es la presidencia de turno del Consejo de la UE. Todo esto aconseja una clarificación de los españoles sobre las fuerzas políticas que deben liderar esta fase y las políticas a aplicar.

Sólo hay un método infalible, que es la democracia. Lo mejor es que los españoles tomen la palabra para definir sin demora el rumbo político del país”, dijo Sánchez durante una breve comparecencia en las escalinatas de la Moncloa con gesto muy serio. El Consejo de Ministros de la tarde dio forma jurídica a la decisión.

Sin duda es una apuesta arriesgada pero valiente. Primero, porque asume la derrota y no le pone paños calientes y, segundo, porque plantea un envite claro a los españoles. O la derecha y ultraderecha o él.

Un plebiscito en toda regla. Su decisión, además, complica mucho la gobernabilidad de Catalunya, única comunidad autónoma en la que el PSC-PSOE obtiene la victoria en sufragios, aunque todo apunta a que no le bastará para hacerse con la capital catalana, donde ERC, tras su descenso importante de votos (300.000 en las cuatro circunscripciones), tendrá complicado pactos con socialistas y comunes, porque está claro que el electorado independentista se quedó en buena parte en casa, castigando las trifulcas continuas entre ERC y Junts. El gesto del líder del PSOE obliga también al presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, a no demorar mucho la convocatoria de elecciones en Catalunya, donde está claro que su destino inmediato está en manos del PSC.

Se avecinan, pues, meses importantes para despejar el panorama político, tanto en el Estado como en pocos meses en la Generalitat de Catalunya.

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