EDITORIAL
El espejo de la política en Barcelona y Ripoll
“La política hace extraños compañeros de cama.” Esta es una expresión utilizada para definir pactos sorprendentes entre partidos que a priori tienen un ideario muy diferente. Puede aplicarse perfectamente a lo sucedido en el ayuntamiento de Barcelona, donde los votos de PP y Comuns dieron la alcaldía al socialista Jaume Collboni, desbancando a Xavier Trias, de Junts, que había ganado las elecciones y cerrado un pacto con ERC. Está claro que lo que sucede en Barcelona trasciende el ámbito municipal, al ser la capital catalana y la segunda ciudad del Estado.
Y es evidente, independientemente de cómo se haya articulado el acuerdo, que PSOE y PP han priorizado por encima de todo que el nuevo gobierno no fuera independentista. Mientras, los Comuns se han garantizado que sus cargos en la estructura del ayuntamiento se mantendrán de momento en sus puestos, y hay que ver si finalmente habrá pacto de gobierno con los socialistas por mucho que el PP pusiera como condición para apoyar a Collboni que los de Ada Colau no estuvieran en el ejecutivo. Tanto PSOE como PP se atribuyeron ayer el mérito de haber evitado que haya un alcalde independentista.
A falta de un mes para las generales, a los primeros les interesa para acabar con la imagen de que dependen de partidos secesionistas, y los segundos han logrado además que sus decenas de pactos con Vox hayan quedado en segundo plano. Ahora bien, también hay que preguntarse cuál es la impresión que estas maniobras causan en la mayoría de ciudadanos, y si al final no contribuyen a abonar el discurso simplista de las opciones más extremistas, que con argumentos demagógicos defienden que ellos son los únicos que se mueven por el interés del pueblo y no por cuestiones partidistas. Precisamente, el culebrón de Barcelona ha restado protagonismo al ridículo del conjunto de partidos parlamentarios con representación en el ayuntamiento de Ripoll, incapaces de llegar a un acuerdo para evitar que la candidata de la ultraderechista Aliança Catalana, con un discurso abiertamente xenófobo, islamófobo y etnicista, acceda a la alcaldía.
Finalmente, Junts no se sumó al pacto de ERC, PSC y CUP, por lo que Orriols se hizo con el cargo como candidata de la lista más votada. Llama la atención que en un asunto en el que sí está plenamente justificado dejar al margen las diferencias para priorizar el interés general, estas formaciones no hayan sabido coincidir en un mínimo común denominador. Ser demócrata es incompatible con ser xenófobo.
Esta debe ser la gran prioridad, y a partir de aquí lo demás es secundario, por lo que no debería ser tan difícil llegar a un consenso básico sobre actuaciones a abordar en un municipio como Ripoll. El daño ya está hecho, y por mucho que más adelante pacten una moción de censura, el espectáculo dado solo ha hecho que reforzar a Aliança Catalana.