SEGRE

EDITORIAL

El origen y el peligro del auge de la ultraderecha

Creado:

Actualizado:

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, prometió este sábado en Gimenells que si gobierna invertirá 40.000 millones en seis años en infraestructuras hidráulicas. No puso ningún ejemplo concreto de cuáles, ni detalló a qué obedece haber fijado este importe en concreto y no cualquier otro. Semanas antes de las elecciones municipales, el presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez, anunció primero que 50.000 pisos de la Sareb pasarían a ser de alquiler social, obviando que una parte significativa de este parque de viviendas es inhabitable, y después la construcción de 20.000 pisos públicos en terrenos del ministerio de Defensa.

Y en Catalunya, ya han pasado unos cuantos meses más de los 18 que los principales líderes independentistas pusieron públicamente como plazo para hacer efectiva la independencia. Son solo tres ejemplos de promesas electorales hechas por partidos y dirigentes no de formaciones marginales, sino con experiencia de gobierno, que en muchas ocasiones se acaban convirtiendo en papel mojado. En coyunturas buenas a nivel general, como antes de la crisis económica de 2008, que los gobernantes incumplan promesas es algo que la gran mayoría de los ciudadanos dan casi por descontado y a lo que no prestan gran atención.

Pero en otras como la actual, con los recortes sufridos por el estado del bienestar, el aumento de la precariedad y de los salarios bajos a raíz de la crisis, el nuevo golpe que supuso la pandemia y la continua subida de los precios de productos básicos o de las hipotecas, esta perspectiva cambia. Las familias con pocos ingresos se sienten frustradas al no tener expectativas de mejora y al comprobar que incluso contar con un salario fijo no garantiza llegar a final de mes. Las de clase media, que teóricamente son el “colchón” que garantiza la estabilidad socioeconómica, sienten temor a perder este estatus a poco que las cosas vayan a peor, entre otros motivos porque han visto que esto es lo que les ha sucedido a muchos.

Y entre las más pudientes, parece estar en boga la idea de que contribuir con sus impuestos a garantizar servicios mínimos al conjunto de la población es algo propio del pasado que hay que erradicar. Así que en este contexto no es de extrañar que una parte de la población que ha perdido desde hace tiempo la confianza en los partidos tradicionales vote a formaciones que ofrecen mensajes muy simples, y casi siempre falsos, para solucionar problemas que son muy complejos. Esto explica que el auge de la ultraderecha sea un fenómeno generalizado en toda Europa o que Donald Trump haya sido presidente de EEUU y tenga serias opciones de volver a serlo si no es inhabilitado.

Además, ejemplos como Trump o la deriva autoritaria de países como Hungría y Polonia desmienten la tesis de que el ascenso al poder de los ultras es solo una turbulencia y que después las aguas vuelven a su cauce.

tracking