SEGRE

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Las lluvias de los últimos días, con su secuela de cortes de luz y de carreteras, granizadas y pequeñas inundaciones, también han permitido aliviar la situación a los regantes después de que los pantanos aumentaran el agua almacenada. Por lo que respecta a la cuenca del Segre, que abastece al Canal d’Urgell y el Segarra-Garrigues, el agua almacenada llega a los 128 hectómetros cúbicos, un 120 por ciento más de la disponible en abril cuando se decidió el histórico cierre de los canales. La mejora ha permitido que la Confederación Hidrográfica del Ebro incremente la dotación hasta los 50 hectómetros cúbicos para el Urgell y 8 para el Segarra-Garrigues, de forma que del riego de supervivencia se pasa a poder regar los frutales, dejando sin agua las 13.000 hectáreas de cereal.

Un paliativo para la grave situación de la agricultura, que hoy protesta en Madrid para reclamar más ayudas contra la sequía y mejorar las ayudas fijadas por si hay que tirar la fruta y para paliar las pérdidas del cereal, porque el daño está hecho y lo peor es que puede repetirse en campañas sucesivas ante la evidencia de que el cambio climático comporta menos lluvias y más sequía. Aunque este año se haya vivido con especial crudeza, el problema es cíclico y global y desgraciadamente solo se toman medidas cuando las reservas de agua están bajo mínimos y hay que administrar la miseria. En 2008 ya vivimos un periodo de sequía extrema que secó los pantanos de las cuencas catalanas hasta dejarlas al 20 por ciento de su capacidad y también entonces se convocaron mesas del agua, se anunciaron medidas e incluso se volvió a plantear un ridículo trasvase del Segre, esta vez desde una cabecera que ya estaba seca, y el conseller del ramo en el gobierno tripartito hasta se encomendó a la Virgen de Montserrat pese a proclamarse agnóstico.

Quince años después también hemos visto cómo se vuelve a hablar de plantas desalinizadoras, a criticar el despilfarro de agua en las conducciones y en las redes urbanas y, como no, se volvían a convocar rogativas y mesas sectoriales para buscar soluciones de urgencia, mientras las cosechas se agostan y la fruta no madura sin que tampoco lleguen las ayudas necesarias. Y desgraciadamente, todo apunta a que el problema se repetirá si no se afronta de una manera global y consensuada porque el agua es un bien escaso y hay que administrarlo bien, porque hacen falta inversiones para racionalizar el consumo y modernizar los riegos, pero también para reciclar el agua ya usada y aprovechar el líquido del mar. Son medidas que tienen que pensarse, debatirse, aprobarse y ejecutarse cuando llueve, cuando los pantanos están llenos, cuando es posible una planificación porque seguro que habrá más sequías.

Y si no hacemos los deberes, desde los políticos a los ciudadanos, nos volveremos a lamentar.

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