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Era un cara a cara muy esperado y los datos de la audiencia así lo corroboran con un 46% de share con hasta seis millones de telespectadores en su momento álgido, pero presenta más dudas que poder de movilización para posibles abstencionistas o para hacer cambiar el signo del voto como esperaba Sánchez. Pese a su intensidad, el debate fue decepcionante tanto en el fondo como en la forma, hasta el punto de que lo más repetido fueron las acusaciones recíprocas de que no era verdad lo que decía el adversario o directamente que mentía, y las peticiones reiteradas hasta la saciedad de “déjeme hablar” o “no me interrumpa”, con los moderadores discretamente apartados y dejando que los candidatos se autogestionaran las intervenciones. Tampoco en cuanto al contenido hubo novedades y los dos se ciñeron al argumentario jugando siempre a la contra: Sánchez refiriéndose siempre conjuntamente al PP y Vox y Feijóo repitiendo una y otra vez que su adversario gobernaba con los independentistas y los sucesores de ETA.

Los dos buscaban descalificar al rival y alimentar el voto del miedo: Sánchez anunciando el retorno a las cavernas si gobierna el PP y Vox y Feijóo agarrado al mantra de que el “sanchismo” es mentira y engaño y ofreciendo un pacto para que gobierne la lista más votada, que Sánchez rehuyó porque no lo ha cumplido en alguna autonomía. Se esperaba más de Sánchez porque es quien tenía que arriesgar a la vista de que va detrás en todas las encuestas y después de superar con éxito los programas de Ana Rosa y El Hormiguero, pero se encontró con un rival duro, que no cedió un ápice, recurriendo cuando hizo falta a calificar como falsos los datos de Sánchez. Las posteriores verificaciones han mostrado como los dos hicieron sus propias lecturas aportando datos imprecisos y en algún caso falsos, como en la inflación previa a la pandemia, en el caso de Sánchez, o en la evolución del PIB, el precio de la luz o el voto de Podemos contra la violencia de género, en el caso de Feijóo, que fue quien más abusó de interpretaciones basadas en medias verdades.

El actual presidente fue de menos a más, porque se vio sorprendido en el tema económico por la agresividad de Feijóo, pero luego se impuso al abordarse la violencia machista, acorralando a su adversario cuando le repasó las declaraciones de dirigentes de Vox. Fue el mejor momento de Sánchez en un debate en el que se le vio nervioso y desbordado por Feijóo, al que no supo rectificar cuando aportaba datos cuando menos imprecisos, quedando la percepción de que el candidato popular, a base de repeticiones, imponía su argumentario. Se puede concluir que Sánchez perdió una ocasión de oro y que Feijóo superó la prueba más complicada en su carrera a la Moncloa porque no acepta más debates, pero nos quedamos sin saber qué hará con Vox y sobre Catalunya calificó de golpistas a los independentistas. 

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