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Un total de 317.224 leridanos y 37,46 millones de electores en toda España están hoy llamados a las urnas para elegir a los miembros del Congreso de los Diputados –así como a los del Senado–, que decidirán si el líder del PSOE, Pedro Sánchez, sigue encabezando el Gobierno central o será relevado por el candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo. Como decíamos ayer en esta misma sección, estas son las dos únicas alternativas viables, pero la representación que logren el resto de partidos será con toda probabilidad decisiva para determinar cuál de los dos acaba siendo el nuevo presidente, ya sea a través de pactos de gobierno, con apoyos puntuales o bien con la suma de ambas fórmulas. Estas elecciones generales llegan en pleno periodo de vacaciones estivales y solo dos meses después de las municipales.

En principio, esta coyuntura no es la mejor para incentivar la participación, y a ello se le suman otros factores como el progresivo alejamiento de la ciudadanía de los partidos o que las principales formaciones hayan basado su campaña más en denunciar las mentiras del contrincante que en las propuestas propias. Además, a nivel de Catalunya hay ciertos sectores del independentismo que abogan por la abstención como forma de mostrar su descontento con la actuación de los partidos soberanistas después del 1-O. La opción de abstenerse para expresar el descontento con las fuerzas políticas en general o con las de un determinado espectro es legítima, pero los que no acudan a las urnas deben ser conscientes de que serán los demás los que acabarán eligiendo por ellos.

A pesar de que sea muy habitual escuchar la expresión “todos los políticos son iguales”, seguro que a cada uno de nosotros nos parecerá mejor, o como mínimo menos malo, que gobierne un partido en vez de otro, o que sea uno y no otro el que esté en condiciones de aplicar algunos de sus postulados gracias a la aritmética parlamentaria aunque no forme parte del Ejecutivo. Y por mucho que durante la campaña predomine la descalificación del adversario frente a la exposición de los programas, es evidente que hay diferencias significativas en cuestiones como el sistema impositivo, la forma de afrontar la violencia machista o el trato que debe recibir Catalunya, por poner solo tres ejemplos. También es cierto que muchas promesas se acaban incumpliendo, y que la capacidad de los ciudadanos de a pie de incidir en el día a día del gobierno es más que limitada, pero siempre queda la opción de elegir otra alternativa cuando vuelve a llegar la cita con las urnas.

Por eso también es una buena noticia que muchos electores hayan previsto que hoy no podrán estar en su lugar de residencia para votar por correo. Lo han hecho más de 2,4 millones en España, lo que supone el 6,5%, y más de 13.200 en Lleida, un 4,5%, registros nunca vistos en anteriores comicios.

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