EDITORIAL
No habrá albergue en Pardinyes
Lo prometió durante la campaña electoral de las recientes elecciones municipales del 28 de mayo y ayer lo confirmó como alcalde: el albergue de Pardinyes no se hará. Fèlix Larrosa se reunió ayer en Barcelona con el conseller de Derechos Sociales, Carles Campuzano, para informarle de que paralizaba el proyecto que había puesto en marcha el anterior equipo de gobierno de la Paeria de ERC y Junts en los antiguos silos del Senpa. La Generalitat ya había puesto sobre la mesa cuatro millones de euros porque entiende que la infraestructura es “una necesidad para Lleida” pero, en principio, no se perderán, a la espera de que el actual alcalde presente una alternativa que, por ahora, Larrosa no detalla.
Ayer, en rueda de prensa, avanzó que su propuesta tendrá en cuenta que no deben mezclarse perfiles de usuarios, porque las casuísticas de las personas sin hogar, las que necesitan un alojamiento porque se encuentran en una situación puntual de vulnerabilidad y las de los temporeros son muy distintas. Pero concretó poco más, sólo que impulsarán modificaciones urbanísticas para que se puedan construir alojamientos para trabajadores junto a instalaciones agrarias de l’Horta. Es innegable que este equipamiento no generaba consenso en Pardinyes, con centenares de vecinos movilizados en contra del albergue a los que había que tener en cuenta.
Pero no es menos cierto que la ciudad tiene una asignatura pendiente desde hace décadas. Larrosa tiene que definir cuál es su proyecto alternativo, y no sólo convencer a los vecinos afectados, sino a la Generalitat, para evitar perder estos cuatro millones de euros. De entrada, el departamento de Carles Campuzano no se ha opuesto a “valorar la compatibilidad” de la propuesta de Larrosa con el convenio en vigor y ha reiterado “el compromiso de la Generalitat con la Paeria y con el conjunto de ayuntamientos del país” para atender las necesidades de las emergencias sociales.
El reto es importante y más si se tiene en cuenta que el tiempo apremia. En septiembre hay que plantear una alternativa y en menos de un año regresarán las personas que llegan a Lleida con la esperanza de trabajar en la campaña de la fruta. Los que consiguen un contrato mayoritariamente se alojan en viviendas facilitadas por los payeses, pero también los hay que no tienen opciones de trabajar porque se encuentran en situación irregular en nuestro país y, legalmente, no pueden ser contratados.
Un pez que se muerde la cola y que deja a personas durmiendo al raso y a agricultores sin la mano de obra necesaria para sus fincas, lo que parece un sinsentido. Se opte por el modelo que se opte, Lleida tiene que dar respuesta a una situación que no por repetida es menos vergonzosa.