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Lo mejor de los resultados del domingo es que las urnas frenaron el avance de la extrema derecha que se estaba repitiendo en toda Europa y que ya le ha llevado al gobierno en Italia, Polonia o Hungría, con fuertes subidas en Austria, Alemania, Finlandia, Países Bajos, Grecia o Francia. Hasta el domingo, también parecía esta la tendencia en España después de que el PP pactara con Vox en autonomías como Valencia, Baleares o Extremadura y en ayuntamientos, de que la inmensa mayoría de encuestas llegara a pronosticar la mayoría absoluta del bloque de derechas y que se repartieran la piel del oso, y algunos ya presentaban a Abascal como vicepresidente, antes de haberlo cazado con mensajes preocupantes sobre su política de igualdad, sobre la violencia de género o sobre Catalunya, que llegaban a resultar preocupantes para la convivencia. Pero las urnas, en este caso al menos, fueron sabias y Vox ha sido el partido que más diputados ha perdido, 19 de los 52 que tenía, y 600.000 de sus votantes se han ido en esta ocasión al PP, de donde probablemente procedían históricamente.

Frenazo a Vox, que en sus primeras valoraciones ha culpado de su fracaso a Feijóo por su blandura y, como ya es habitual, a los medios de comunicación. Pero el gran perjudicado por este retroceso es precisamente el candidato del PP, Núñez Feijóo, que se ha visto contaminado por las alianzas previas con la ultraderecha en ayuntamientos y autonomías y por no haberse desmarcado con claridad de consignas como el “que te vote Txapote” o el “divorcio duro” del dirigente de Vox condenado por violencia de género. Tiene razón Núñez Feijóo en que le corresponde, como candidato más votado, intentar la investidura porque así está establecido, aunque su paisano Rajoy en su momento renunció a hacerlo porque no tenía los apoyos necesarios, pero las matemáticas están muy claras y el PP con Vox no llega a la mayoría absoluta, aunque convenzan a Unión del Pueblo Navarro y Coalición Canaria.

Quienes podrían apoyarle porque en otras ocasiones han votado con el PP son los del PNV, pero ya han advertido que no piensan ni sentarse a negociar en una mesa en que esté Vox, porque, entre otras razones, está en contra de cualquier autonomía. Le quedaría a Feijóo la posibilidad de desmarcarse de Vox y reclamar abstenciones, pero tampoco parece viable porque nadie se cree el desmarque de Vox cuando ha pactado en todos los ayuntamientos y autonomías donde los ha necesitado y la abstención que pide al PSOE como partido de Estado, y que ya consiguió Rajoy, queda descartada por la misma campaña y porque ya lo vivió Sánchez. El resultado es que quien obtuvo más votos el domingo puede acabar derrotado porque ni con Vox, ni sin Vox podrá conseguir la investidura y en nuestro sistema electoral gobierna quien consigue el apoyo de la mayoría de los diputados.

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