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La clasificación de España para la final del Mundial es, independientemente de lo que suceda el domingo contra Inglaterra, un éxito del fútbol femenino, aunque el presidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, corriera a salir en la foto y, sin ningún rubor, se atribuyera unos méritos que no le corresponden. De hecho, no hay que olvidar que, a excepción del tropezón contra Japón, del que, por cierto, el seleccionador se hizo “único responsable”, estas futbolistas están donde están a pesar de los problemas internos provocados por quien ahora se cuelga las medallas. Después de lo sucedido en la celebración tras superar a los Países Bajos, con Jorge Vilda mendigando abrazos, Luis Rubiales desaprovechó la ocasión de no quedar retratado en la victoria ante Suecia.

Más allá de que cada futbolista decidiera lo que debía hacer y la cicatriz aún sea visible en algunos comportamientos, una vez en el Mundial todas han antepuesto lo importante que era para el fútbol femenino confirmar su crecimiento haciendo algo grande en Nueva Zelanda y Australia. La profesionalización, a pesar de las permanentes zancadillas que su presidenta, Beatriz Álvarez Mesa, denunció, tener al FC Barcelona como campeón de Europa, además de los éxitos logrados en categorías inferiores, con la sub-17 y la sub-20 como vigentes campeonas del mundo, ha tenido premio en la selección absoluta. Este éxito tiene no obstante nombres y apellidos y son en primer lugar los de Alexia Putellas, Aitana Bonmatí, Patri Guijarro, Mapi León, Sandra Paños, Jenni Hermoso, Irene Paredes y otras muchas mujeres que apostaron por jugar al fútbol pese a que nadie les aseguraba que podrían vivir de él profesionalmente, y que, si lo conseguían, ganarían muchísimo menos que sus homólogos varones y deberían derribar muchos muros de ignorancia y discriminación antes de poder llenar estadios y espacio en los medios de comunicación.

También el Barça merece una mención especial porque es el club que más ha hecho por lanzar e invertir en el fútbol femenino y darle la promoción que corresponde, y las futbolistas reclamaban. Ellas ya llenan estadios y venden camisetas, pero La Liga española aún está lejos de equipararlas al masculino, tanto por horarios, difusión y presupuestos como por sueldos. Además, falta que clubes como el Real Madrid y otros muchos de Primera y Segunda División tengan plantillas lo suficientemente competitivas para hacer crecer el espectáculo y fomentar la sana rivalidad que es la esencia de las competiciones.

Si llegar a la final del Mundial sirve para dar visibilidad a esta realidad y seguir rompiendo techos de cristal en el largo camino de la igualdad, tanto las veteranas como las jóvenes que lidera la blaugrana Salma Paralluelo, habrán conseguido mucho más que la medalla de campeonas o subcampeonas que lucirán el próximo domingo.

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