EDITORIAL
La modernidad de las tradiciones
La tecnología está avanzando a pasos agigantados en prácticamente todos los aspectos de nuestras vidas y esta tendencia irá a más con la Inteligencia Artificial, que ha venido para quedarse y para revolucionar muchísimos sectores de la sociedad, especialmente a nivel laboral. Bienvenidos sean estos avances que deben servir, en teoría, para que ganemos en bienestar y, en resumen, en tiempo, uno de los bienes intangibles más preciados y, a la vez, menos fáciles de conseguir. Como decimos, nos debemos felicitar de todo ello pero sin olvidar el acervo cultural y tradicional que nos ha permitido llegar hasta donde estamos.
Este legado se manifiesta de múltiples maneras y estos días, cargados de fiestas mayores y celebraciones de todo tipo, hemos tenido muestras de él que, a su vez, suponen atractivos turísticos autóctonos que atraen y deleitan a quienes participan en ellos. En Les Garrigues, por ejemplo, este fin de semana se han sucedido tres ejemplos de actividades tradicionales que deben promocionarse y conservarse por su interés. Por un lado, el Festival de La Granadella que, un año más y ya van treinta, aúna música y actividades como la entrañable Cursa de les Pedretes, con unos precoces participantes a los que aún no les mueve la competición.
Asimismo, en Les Borges Blanques se celebró un concurrido curso de elaboración de orelletes, el dulce tradicional con el que culminan tantos ágapes festivos de Ponent y que, por suerte, se va manteniendo generación tras generación. Por su parte, La Floresta llenó de música balcones, entradas de casas y terrazas, recuperando así la vida que tenían antaño las calles de los pueblos las noches de verano, cuando los vecinos aún salían a “prendre la fresca”. Estos ejemplos, al igual que otros como la Fira de l’Ovella, que llega a su 13 edición en Llavorsí, y a la que hoy le sucederá el 35 Concurs de Gossos d’Atura, demuestran que la tradición puede ser sinónimo de modernidad, y también, cómo no, de oportunidad ya que se convierten en un activo más para atraer turismo, por lo que es necesario potenciar iniciativas de este tipo.El futuro de Lo BaratilloY hablando de tradiciones, ¿qué más tradicional para Lleida que los juguetes, pelotas de goma, minicoches y minipianos que copaban la fachada de un edificio de la calle Major hasta finales de los 70? Por supuesto, nos referimos a Lo Baratillo.
Tras la negativa de Artesa de Lleida de ceder un espacio para mostrar el gran fondo recopilado por el coleccionista Manel Gigó, la Paeria podría asumir este proyecto y crear el Museu de les Joguines. A buen seguro sería un nuevo aliciente para los visitantes de Lleida y para los ciudadanos que quisieran recordar o descubrir todo un clásico de la capital.