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El Banco Central Europeo (BCE) despejó el jueves todas las dudas sobre el camino que tomaría en la reunión más controvertida hasta la fecha. Finalmente, el organismo decidió por “una mayoría sólida” elevar por décima vez consecutiva los tipos de interés en la Eurozona, conduciendo la tasa de refinanciación –aquella que marca el interés que cobran por préstamos como los hipotecarios– hasta el 4,5%, que son máximos del año 2001, y la tasa de depósito a niveles históricos del 4%. No habrá más subidas, con lo que en las reuniones de octubre y diciembre (las dos que faltan en el año sobre política monetaria) el Consejo de Gobierno del BCE se inclinará por una pausa en una escalada que no tiene precedentes en la historia de la institución, aunque la presidenta del BCE, Christine Lagarde, ha preferido no decirlo con rotundidad.

“Lo que hemos decidido, y ha quedado reflejado dos veces en el comunicado, basado en todos los números y previsiones que tenemos disponibles, es que consideramos que los tipos de interés han alcanzado niveles que, mantenidos durante un periodo suficientemente largo, contribuirán de forma sustancial al pronto retorno de la inflación al objetivo”, señaló durante su comparecencia la máxima responsable del BCE. El foco del mercado ahora se ha redirigido a valorar a cuánto tiempo equivale el long enough (o suficientemente extenso) que el BCE repite como un mantra desde hace meses para controlar la inflación. Lagarde dijo públicamente que sobre la mesa no estuvo en esta ocasión determinar el periodo por el que los tipos oficiales permanecerán en máximos, pero lo cierto es que las estimaciones del conjunto de analistas hablan, como mínimo, del verano de 2024.

Esto implica que, de ser cierto, y cumplirse las estimaciones, el BCE podría rebajar las tasas en junio/julio del próximo año, lo que implica que aquellos hogares que tengan firmada una hipoteca a tipo variable no disfrutarán de cierto respiro hasta septiembre de 2024. No son buenas noticias, ni los precios por las nubes ni la subida de tipos, porque ambas ahogan la economía familiar, lastran el crecimiento empresarial e incluso perjudican la salud colectiva.

El dilema del PPEl PP ha de decidir si quiere abrazarse a las tesis reaccionarias de José María Aznar e Isabel Díaz Ayuso o prefiere ser el partido de centroderecha que prometió Feijóo.

El primer camino les llevará a estar más cerca que nunca de Vox y a depender siempre de la extrema derecha para gobernar, porque la sociedad española ya decidió el pasado julio que prefiere una sociedad plural sin mayorías absolutas. De su decisión dependen muchas cosas más que el futuro de sus siglas.

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