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El crecimiento económico en el conjunto del Estado español ha superado las expectativas incluso del Gobierno y se ha situado como el país que más creció en 2023 entre los grandes de la Unión Europea. Así pues, el producto interior bruto (PIB, el indicador que mide la actividad económica) de España subió de media un 2,5% el pasado año, según datos publicados este martes por el Instituto Nacional de Estadística (INE), reforzados en este primer trimestre, con un crecimiento del 0,7%. La cifra anual se encuentra una décima por encima del pronóstico inicial del Gobierno del Estado, que había previsto cerrar el año con un 2,4% de mejora, y multiplica por cinco la media de crecimiento de los países de la zona euro, que fue del 0,5%, según datos oficiales de Eurostat, la agencia comunitaria de estadística. De hecho, la economía alemana, la mayor de la Unión Europea, cerró el 2023 con una caída del -0,2%, mientras que el PIB de Francia e Italia aumentó respectivamente un 0,9% y un 0,6%. La demanda interna explica el fuerte incremento, que tiene lugar en un contexto complicado marcado todavía por la inflación –aunque en 2023 el crecimiento de los precios se moderó–, la incertidumbre provocada por los conflictos de Ucrania y Gaza, ralentización de la economía china y las subidas de los tipos de interés aprobadas por la mayoría de bancos centrales, incluido el Banco Central Europeo. Por sectores, la industria empujó el carro del crecimiento con un incremento de la actividad del 2,3% en un trimestre, mientras que la construcción aumentó un 1,2%. Por contra, los servicios se mantuvieron casi planos, con un aumento del 0,1%, mientras que la actividad del sector primario fue la que más creció, con un 5,3%. Evidentemente, Catalunya y su elevada aportación al PIB español son una de las claves de estas buenas cifras, así como atención especial merece el crecimiento del sector agroganadero, el de más empuje de toda la economía, lo que es una buena noticia para Lleida, cuyas cifras de exportación ya han sido excelentes y cuyos payeses y ganaderos llevan mucho tiempo reivindicando ayudas para mantener este tejido vital para Ponent y el Pirineo. Es evidente que no todo son buenas noticias, porque el índice de riesgo de pobreza se mantiene sobre el 25% y cada vez hará falta más trabajadores para mantener el pago de las pensiones en una sociedad envejecida, como advirtió ayer mismo el Banco de España. Pero demostrado el empuje y vitalidad de las empresas, solo falta que la clase política sepa acompañar, guiar y equilibrar la riqueza que se crea y adaptarla a las nuevas necesidades laborales, educativas y culturales a las que la revolución digital y tecnológica nos obliga. Son tiempos de cambios en todos los sentidos y que el futuro sea esperanzador depende de muchos factores, pero sin duda el económico es el de mayor repercusión en el resto. 

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