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La especulación no solo afecta al sector inmobiliario. En la última década, la almendra pasó de ser un cultivo casi marginal a vivir un auténtico boom. En 2013, una grave sequía afectó a California, la principal zona productora mundial, y se dispararon los precios. Esto coincidió con una mejora de las variedades de floración tardía, que alejaban el fantasma de las heladas, y la puesta en funcionamiento de tres infraestructuras que cambiaron la mentalidad de los payeses de secano: los canales Segarra-Garrigues, Garrigues Sud y Segrià Sud. El riego convirtió los almendros en altamente productivos y pronto llegaron los fondos de inversión. Diez años después, en Estados Unidos hay un exceso de oferta y la sequía ha cruzado el Atlántico, lo que ha ahuyentado a los productores que buscaban beneficios rápidos. La almendra resultaba muy apetecible porque no es un producto perible –no necesita refrigeración, como la fruta dulce–, por lo que la comercialización no obliga a tomar decisiones precipitadas. Además, es un cultivo altamente mecanizable que no requería mucha mano de obra y, por tanto, no implicaba tantos costes. Pero la normalización de la producción en California supuso una bajada de precios que coincidió en el tiempo con las complicadas campañas de riego que se han vivido en las comarcas de Lleida las últimas temporadas por la sequía. Una combinación que ha hecho estallar la burbuja especulativa de este cultivo. La reducción de la superficie de almendros superó las 1.400 hectáreas en 2022 en Lleida, cuando cayó a 3.913 con un recorte del 27%. Y este abandono de las tierras equivale a liberar más de 12,5 hectómetros cúbicos de agua. Cada hectárea de almendro de regadío supera los 9.000 metros cúbicos por campaña, muy por encima de las frutas de hueso (6.000) y de los riegos de apoyo a los frutos secos (2.000). Los riegos de goteo se instalaban con capacidad para suministrar diariamente siete litros de agua al árbol, cuando lo habitual en el melocotonero ronda los seis litros. Menos almendras, pero más agua. Leña al fuegoSeguimos con la historia de la montaña de Tor, que, a raíz del éxito del programa de Carles Porta, vuelve a estar de actualidad. Tor tiene ahora 28 dueños inscritos en el registro de la propiedad de Sort. Veinticuatro son descendientes de las 13 familias que constituyeron la sociedad de condueños a finales del siglo XIX. Los 4 restantes son algunos de los miembros fundadores, personas fallecidas décadas atrás y cuya inscripción de propiedad data de 1897. Si con 13 la gestión ya era más que complicada, ahora son 24 –más los cuatro posibles descendientes de los 4 fallecidos– los que deben ponerse de acuerdo

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