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La desafección ciudadana por las instituciones europeas no es nueva y, pese a que el Estado español y especialmente Catalunya siempre han mirado hacia Europa como referente de mayor democracia, nivel de vida, derechos sociales y oportunidades, la realidad es que la abstención en los comicios de la UE va al alza y solo cuando coinciden con locales o autonómicas, por el efecto arrastre, adquieren niveles de participación aceptables. El próximo domingo, si no ocurre algún hecho importante que cambie la tendencia, los abstencionistas volverán a ser mayoría, en unas urnas en las que nos jugamos mucho más de lo que los ciudadanos creen. Uno de los sectores que más pendiente está de las decisiones del Europarlamento y de la Comisión Europea es el agrícola y ganadero, con varios temas relacionados con la agenda verde de los que depende buena parte del futuro del campo. La derecha y la extrema derecha, sabedores del malestar de payeses y ganaderos, intentan ganar votos de las zonas rurales usando la política ambiental como chivo expiatorio de los males del campo, dado que la izquierda donde más votos acumula es en las grandes ciudades. En este punto reside uno de los grandes errores de los líderes de izquierda de todos los estados de la unión: no defender a capa y espada el futuro de las pequeñas y medianas explotaciones que han comportado la prosperidad y bienestar de media Europa, entre esta las comarcas de Lleida agrarias, que con la llegada del agua entre finales del siglo XIX y principios del XX dejaron atrás la miseria de los secanos para tejer poco a poco el progreso del mundo rural. Ahora, todos los partidos políticos se llenan la boca con planes para evitar la despoblación y fortalecer la economía de los pueblos, pero luego no son capaces de tomar las medidas oportunas para conseguirlo. Y en estas inyecciones económicas, ayudas y normas de cultivo y comercialización, Europa tiene siempre la primera y última palabra y no deberían enfocar el futuro agrícola exclusivamente a rebajar el impacto climático de los cultivos y el consumo de agua, sino en cómo conseguir evitar la concentración de la riqueza en las grandes urbes, y esto pasa por un tejido empresarial potente, pero también y sin ningún tipo de duda por conseguir mantener vivo y saludable el sector agroalimentario de los pueblos. En esta línea de reivindicación rural, los payeses vuelven a la calle hoy con un corte sin precedentes que cerrará todos los pasos fronterizos entre España y Francia. Las concentraciones, que se harán a ambos lados junto con agricultores franceses, buscan presionar a los estados y a la Unión Europea en plena campaña electoral. En Lleida, el corte afectará la N-145 de La Seu d’Urgell a Andorra y a la N-230 en Bossòst y en conjunto desde Irún pasando por Canfranc, Sallent de Gállego, Puigcerdà, el Coll d’Ares y la Jonquera. La protesta empezará a las 10 de la mañana y se alargará hasta este martes. 

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