Tradición milenaria, normativas del siglo XXI
Cualquier tiempo pasado fue anterior. Por una vez le llevamos la contraria al poeta Jorge Manrique. No siempre es mejor lo que vemos a través del retrovisor de la historia. Hace apenas treinta años la foto de portada del día después de Sant Joan era tristemente previsible: una persona con vendas en las manos o en los ojos. En la década de los años 90 la pirotecnia evolucionó a pasos agigantados, pero las normativas eran muy laxas. 1991: un niño de ocho años de Arbeca con heridas de segundo grado en la cara y el brazo izquierdo, amén de otros ocho hospitalizados. 1992: otro menor, esta vez de 13 años y de Bellvís, hospitalizado porque una palla borratxa le impactó en los ojos y más de 10 heridos atendidos. 1993: un joven de Cappont de 19 años pierde cuatro dedos de la mano derecha al manipular un potente trencatotxos y otros dos ingresados en el Arnau con quemaduras y amputaciones. Treinta años después estas noticias, por suerte, han dejado de ser habituales. En las comarcas de Lleida, como en el resto del territorio de habla catalana, la noche más corta del año también es la más intensa. Sant Joan da la bienvenida al verano con las ancestrales fiestas del fuego y este año no será una excepción: se encenderán hogueras purificadoras, se celebrarán verbenas populares y, en el Pirineo, los fallaires ejercen de modernos Prometeos que roban el fuego a los dioses. Son ritos milenarios que, sin embargo, han cambiado, y mucho, en los últimos años. Se ha perdido parte de la magia, pero se ha ganado en seguridad. En estos treinta años las fiestas del fuego del Pirineo, con personalidad propia, se han convertido también en un incontestable reclamo turístico, en especial desde que la Unesco incluyó las fallas en la selecta lista de Patrimonio Inmaterial de la Humanitat en 2015. Y eso ha hecho que muchas poblaciones sin tradición fallaire documentada se hayan sumado a la fiesta. Hay que tener en cuenta que en Isil, por ejemplo, la población se puede llegar a multiplicar por cien la víspera de Sant Joan, porque hasta 4.000 personas se dan cita en este pueblo pallarés donde habitualmente viven menos de medio centenar de personas. La polémica está servida y se ha llegado a desplegar una pancarta en la iglesia de Isil pidiendo “respeto” por la tradición. Esperemos que la sangre no llegue al río. Vulnerabilidad sobre ruedasTres motoristas han perdido la vida en las carreteras de Lleida en tan solo 11 días, una cifra que ha disparado todas las alarmas. El último accidente se produjo ayer en la C-26 en La Sentiu de Sió, cuando el conductor de una moto falleció en una colisión contra un turismo. Motoristas, ciclistas y peatones son un colectivo especialmente vulnerable