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La cita es del tango Cambalache, compuesto por Enrique Santos Discépolo en 1934: “Pero que el siglo XX es un despliegue de maldad insolente ya no hay quien lo niegue, vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos.” Noventa años después constatamos que el siglo XXI no es mejor. La lejana Guerra del Golfo de 1991 fue la primera que se retransmitió en directo por televisión. Desde entonces, el horror ha entrado en nuestras salas de estar y las atrocidades que se suceden en el mundo cohabitan con anuncios o previsiones meteorológicas. Y los conflictos parecen no tener fin. Hemos visto cómo se desangraban Bosnia, Uganda o Siria. Y no hay que remontarse mucho en el tiempo. La invasión de Ucrania por parte de Rusia ya no despierta el interés mediático, después de más de dos años de conflicto. El foco está ahora puesto en la Franja de Gaza donde el ejército israelí está masacrando a la población civil desde octubre. Se acaban los adjetivos para describir las imágenes que nos llegan día tras día. No podemos acostumbrarnos a tanta atrocidad. Llevamos poco más de veinte años de siglo XXI y ya hemos superado “el despliegue de maldad insolente” que se describía en Cambalache. El filósofo Theodor Adorno dijo que “escribir poesía después de Auschwitz” era “un acto de barbarie”. Adorno daba por hecho que habíamos aprendido la lección del nazismo. Y no ha sido así. Ayer mismo vimos en la pantalla de televisión, o la del móvil, un jeep militar israelí circulando con un palestino herido atado al capó del vehículo. El propio ejército israelí reconoció que varios de sus militares habían “violado el protocolo” al utilizar como escudo humano a una persona herida en la ciudad de Yenín y dice que lo investigará. De nuevo, lo impensable. Según la Media Luna Roja, que difundió las imágenes, los israelíes impidieron que los equipos de la organización prestaran primeros auxilios a esta persona. Ya son demasiados ejemplos de vulneración de los más elementales derechos humanos. Hasta las guerras tienen normas. Chatarra que vale oroLas comarcas de Lleida registran una media de dos robos de cobre cada día. Para combatir estos delitos, además de incrementar la vigilancia en polígonos, infraestructuras y la red ferroviaria, los Mossos d’Esquadra han aumentado los controles en chatarrerías. Una gran mayoría de empresas colaboran con la policía pero un 10% es cómplice de estas redes criminales. Con el cobre a 9,5 euros el kilo se han disparado estos delitos que comportan, además, innumerables problemas porque afectan al funcionamiento del transporte ferroviario o el servicio telefónico

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