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Nadie diría que es agosto. La política catalana no cierra por vacaciones. Y es que el reloj apremia, porque si el 26 de agosto no se ha investido un president de la Generalitat tendrán que repetirse las elecciones el 13 de octubre. El ajustado aval de las bases de Esquerra al acuerdo con el PSC del viernes allana el camino a Salvador Illa, que ayer ya movió ficha y después de reunirse con la ejecutiva de su partido comunicó al president del Parlament, Josep Rull, que tiene los apoyos necesarios y que, por lo tanto, podía activar los mecanismos necesarios para celebrar la sesión de investidura. Pero cada voto cuenta, literalmente. Y hasta mañana no se sabrá si, como es previsible, la diputada de Jovent Republicà, Mar Besses, acata la disciplina de voto o da al traste con la mayoría absoluta que suman PSC, ERC y Comuns. Tal vez por eso, el candidato socialista, que también rubricó ayer el acuerdo con los Comuns, se mostró prudente en sus declaraciones y trató de calmar al sector crítico de ERC, pero también a los barones del PSOE. A los primeros, después del “sí vigilante”, en palabras de la secretaria general de Esquerra, Marta Rovira, les insistió en que cumplirá “íntegramente” los acuerdos alcanzados. A los segundos les recordó que el pacto “no va contra nadie” y la financiación singular de Catalunya es compatible con los criterios de solidaridad. Illa hace bien en ir con pies de plomo, consciente que el líder de Junts, Carles Puigdemont, puede desestabilizar este gobierno en minoría antes de que arranque, puesto que ayer ya advirtió vía redes sociales que su más que probable arresto cuando regrese del exilio para participar en el pleno de investidura será “un golpe de Estado”. El Tribunal Supremo no permite amnistiar al que fuera president de la Generalitat en 2017 pese a la aprobación de la ley de amnistía, lo que debilita el acuerdo alcanzado entre PSC, ERC y Comuns. Junts facilitó la investidura de Pedro Sánchez a cambio de la amnistía, pero todo ha quedado en papel mojado. Illa dice que cumplirá, pero a nadie se le escapa que las piedras en el camino son de un tamaño más que considerable. Peras y bombasEn un mundo globalizado, el efecto mariposa está a la orden del día. Esta misma semana ha arrancado la campaña de pera Blanquilla en las comarcas de Lleida. Los agricultores están contentos porque es de gran calibre y de buena calidad, pero la guerra de Gaza puede complicar las cosas. El mercado de Israel es uno de los principales importadores de esta variedad. En plena escalada bélica hay incertidumbre sobre si se podrá dar salida a las casi 5.000 toneladas producidas, sobre todo después de que la inestabilidad se haya contagiado a Irán y el Líbano

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