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Las olimpiadas y el ejemplo del Sícoris y del Cadí

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Los Juegos Olímpicos de París bajaron anoche el telón tras más de dos semanas de competición en un total de 32 deportes, varios con múltiples disciplinas. A la hora de hacer balance, hay que concluir que la organización ha sacado buena nota, con el borrón del mal estado de las aguas del río Sena, que incluso han provocado infecciones a alguno de los deportistas que han tenido que nadar en ellas. En lo que respecta al medallero, algo que todos los países miran mucho, a pesar de que se diga que lo importante es participar, Estados Unidos ha mantenido el dominio que ejerce desde Londres 2012, aunque empatada en oros con China. Por su parte, España se ha tenido que conformar finalmente con 18 preseas, que le han dejado en la decimoquinta posición del ranking. Son una más que en Tokio, pero por debajo del objetivo de superar el techo histórico de las 22 de Barcelona 92 que se había fijado el Comité Olímpico Español. La participación de la delegación estatal en las citas olímpicas acostumbra a ir acompañada de una epidemia que podríamos denominar de “medallitis”, que comporta que deportistas hasta entonces casi anónimos al competir en disciplinas poco mediáticas se conviertan en héroes si obtienen una presea, mientras que otros mucho más conocidos y con una gran trayectoria son criticados e incluso vilipendiados –esto es cada vez más habitual a través de las redes– si no alcanzan el podio. La clave para que haya buenos resultados no pasa por poner el foco en estos grandes eventos, sino apostar por una estrategia a medio y largo plazo que pase por potenciar el deporte de base y garantizar que haya instalaciones dignas para todo tipo de deportes. Esto requiere de una planificación que esté dotada de un presupuesto suficiente. Los frutos que acaba dando un trabajo constante y que cuente con los medios indispensables puede verse en dos ejemplos de Lleida. Uno, es el de Saúl Craviotto, que se ha convertido en el español más laureado en los Juegos al cosechar su sexta medalla en piragüismo en aguas tranquilas, deporte en el que se inició en el Sícoris, club con gran tradición en esta modalidad. Es difícil que salga otro Saúl, pero sin la labor de cantera que hace esta entidad sería imposible y, además, los éxitos de aquel han posibilitado que ahora Lleida ciudad tenga mejores instalaciones con el centro de piragüismo que lleva su nombre. Y lo mismo sucede en aguas bravas con el Cadí Canöe Kayak de La Seu d’Urgell, que cada vez está más cerca de que alguno de sus miembros alcance la gloria olímpica que ha logrado un piragüista que se forjó en sus filas, Pau Etxaniz. En este caso, el trabajo del club se basa en unas instalaciones impecables, el Parc Olímpic del Segre. Hacer cantera contando con recursos y equipamientos adecuados es la única receta válida para tener un deporte de élite de primera línea y no hay ninguna alternativa a estas premisas.

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