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Decenas de municipios de Lleida celebran su Festa Major en este mes de agosto y los ayuntamientos destinan cada año una partida presupuestaria a programar conciertos y actividades que atraigan a vecinos y foráneos. Los encargados de gestionar este dinero de los consistorios o comisiones de fiestas suelen ser las agencias de espectáculos, que ven cómo el volumen de trabajo alcanza su pico de intensidad durante estas fechas. Estas empresas especializadas constatan que los ayuntamientos pueden gastar entre 20.000 euros, en el caso de los más pequeños, a 100.000, en el caso de los más grandes. Events 10, cuyo gerente, Enric Subirós, lleva casi 40 años gestionando estos espectáculos, aseguró, en un reportaje de SEGRE del pasado domingo, que los gustos van cambiando con las generaciones y que si las orquestas fueron las reinas de varias décadas, ahora los grupos musicales y los DJ tienen más demanda. Los tiempos cambian y con ellos las actividades o formaciones musicales que atraen al público. Pero lo que es inalterable, puede incluso que con tendencia al alza por la caída de oferta de discotecas, es el interés de jóvenes y mayores por disfrutar de unos días en comunidad. Porque, al margen de modas y tendencias, lo que realmente importa de estas fiestas mayores es el legado de identidad, de permanencia y de unión que se va legando de generación en generación, como un valor cultural más. Solo hay que observar la realidad de cada municipio para comprobar en qué poblaciones se propicia la participación vecinal y el protagonismo de los jóvenes, que suelen ser las mismas cuyos ayuntamientos estimulan los símbolos compartidos, las vivencias comunitarias y el apoyo a las tradiciones y costumbres, que no dejan de ser un reflejo de sus habitantes. Las fiestas son mucho más que un programa de actos, son un bien común a preservar que ejerce de termómetro de la realidad social de cada localidad. Estimular esta participación y conseguir esta comunión entre mayores y pequeños, es una parte fundamental de nuestro costumario popular. La gestión del osoLa convivencia de la ganadería y la fauna salvaje es complicada y por mucho que la pervivencia del oso en sus hábitats naturales y la reintroducción en el Pirineo esté llena de buenas y positivas intenciones, el resultado no convence a los propietarios de los rebaños ni a los vecinos de Aran, Pallars y comarcas de montaña en general, tanto catalanas como francesas. Por tanto, hará bien el nuevo gobierno de la Generalitat en escuchar al territorio, que es, en definitiva, el que debe tener siempre voz y voto en las medidas que las administraciones tomen, sobre todo aquellas que les atañen.

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