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Que la Guardia Urbana haya impuesto más de 550 sanciones a conductores de patinetes eléctricos en lo que va de año de Lleida se puede traducir en que la convivencia de los VMP (vehículos de movilidad personal), tanto con otros medios de transporte como con los peatones, es más que complicada. Porque, por desgracia, es más que habitual ver a conductores de estos artilugios circular sin casco, hacerlo por espacios urbanos en los que está prohibido, ir en un patinete más de una persona, que quien conduzca sea menor de 16 años, no disponer de las luces obligatorias.. Todas estas situaciones son sancionables y con multas que van de los 60 a los 200 euros. Las conductas irregulares son tantas y tan frecuentes que incluso miembros de la asociación VPM de Lleida asumieron, en declaraciones a este diario, que falta “concienciación y civismo” de conductores, quienes o bien desconocen la normativa o bien directamente no la respetan. Es por ello que consideran necesario que los establecimientos que venden patinetes eléctricos aporten a los compradores la información básica sobre las normas y reglamentos que rigen la conducción de estos vehículos. Es loable la petición, pero, una vez más, debemos apelar al sentido común y a la responsabilidad de quien se pone al mando de un VMP. De ello depende tanto su propia seguridad como la de los peatones y conductores de otros vehículos con los que debe convivir. 

La vergüenza de Afganistán

La entrada en vigor el jueves en Afganistán de la llamada ley para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio remata la política de discriminación emprendida por el régimen fundamentalista talibán contra las mujeres desde su retorno al poder hace tres años. La nueva normativa constituye el mayor conjunto de restricciones impuestas a una población femenina castigada hasta ahora con la prohibición de la educación secundaria a las niñas, al acceso a la universidad para las jóvenes del país e impedimentos al trabajo humanitario. Y es que, como si de ciencia ficción se tratase al estilo de El cuento de la criada de Margaret Atwood, las mujeres del país ahora incluso tendrán prohibido alzar la voz, que es declarada awrah, una parte íntima, que solo puede ser escuchada “en casos de necesidad”. Tampoco podrán coger un transporte público sin estar acompañadas por un guardián masculino, ni participar en juegos o cualquier otra forma de entretenimiento, ni adoptar peinados occidentales. A los hombres también se les aplican restricciones y, por ejemplo, se les prohíbe recortarse la barba “por debajo de la longitud de un puño”. En definitiva, barbaridades que devuelven al país a tiempos oscuros y que deben hacer sonrojar al resto del mundo.

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