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Se puede acabar con la multirreincidencia, pero es difícil. Se necesita dinero y tiempo. La solución no es, como se sugiere a menudo demagógicamente, aumentar las penas del Código Penal para encarcelar a los delincuentes que roban cada dos por tres. Las penas previstas son razonables, y la previsión legislativa para apartar a los ladrones reiterativos de las calles es correcta: cuando hay más de tres condenas, la siguiente vez que se cometa un delito el juez puede encarcelar al delincuente preventivamente, según se aprobó en la última reforma legislativa para combatir esta lacra. ¿Cuál es, pues, el problema? El principal es que la administración de Justicia no tiene recursos para hacer lo que la legislación le permite: juzgar a estos ladrones en apenas un día (en la mayoría de los casos se trata de delincuentes sorprendidos in fraganti y la instrucción judicial se puede hacer en cuestión de horas), de tal forma que la cuarta vez que sean detenidos, tras la celebración de tres juicios rápidos, ya contarán con tres condenas y el juez, tras pedirlo la Fiscalía, podrá ordenar su ingreso preventivo en prisión. El problema es que unos juzgados completamente saturados no tienen capacidad para celebrar estos juicios rápidos, que en muchos casos son señalados para muchos meses después, a veces incluso más de un año. Durante este tiempo el delincuente no contará con ninguna condena a pesar de haber sido detenido la friolera de 33 veces (esta es la media de los 20 ladrones que han sido arrestados más veces en las comarcas de Lleida, como explicamos hoy en un amplio reportaje del diario). Esta multirreincidencia causa una gran alarma porque la sensación de inseguridad que genera, sobre todo en zonas como l’Horta o el Eix Comercial de Lleida, es insoportable. Y no solo eso. También provoca una gran frustración para los agentes de los Mossos d’Esquadra y la Guardia Urbana, que ven cómo su trabajo no sirve de nada porque los delincuentes que detienen muchas veces están en la calle al día siguiente. Para conseguir que los juicios rápidos sean realmente rápidos, y consecuentemente se puedan dictar condenas de forma inmediata y se pueda retirar de las calles a estos ladrones multirreincidentes, hay que dotar a la administración de Justicia de los medios personales y materiales necesarios. Para eso hace falta dinero, pero también, como decíamos, tiempo. En contra de las creencias alarmistas que muchas veces se comparten a raíz de esta problemática, el sistema penitenciario catalán funciona razonablemente bien. Quiere esto decir que la gran mayoría de presos no vuelven a delinquir cuando cumplen condena, aunque los que lo hacen generan una sensación de inseguridad intolerable. Las políticas de reinserción son lentas pero eficaces. La solución de fondo pasa por la lucha contra la exclusión social. Eso requiere un esfuerzo titánico, pero vale la pena.

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