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Hoy se cumple un año del brutal ataque terrorista de Hamás a Israel que costó la vida a casi 1.300 personas, dejó 7.500 heridos y más de 250 secuestrados. Fue un acto bárbaro más propio de la Edad Media que del siglo XXI, pero en modo alguno puede justificar la desproporcionada respuesta de Tel Aviv, que ese mismo día declaró la guerra a Hamás. Desde entonces, cerca de 42.000 personas han perdido la vida en Gaza y casi dos millones de habitantes de la Franja han tenido que dejar sus casas, un 90% de la población. Estas cifras son solo la punta del iceberg de una tragedia humanitaria sin precedentes. Benjamin Netanyahu ha hecho caso omiso hasta la fecha a todas las llamadas a la moderación que se le han hecho desde la comunidad internacional. Incluso sus aliados habituales marcan distancias. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, se ha postulado recientemente a favor del embargo de la venta de armas a Israel, lo que Netanyahu ha calificado de “vergüenza”. La vía diplomática parece estancada. De hecho, la guerra se ha extendido y amenaza la precaria estabilidad de Oriente Próximo con frentes abiertos en Cisjordania, el Líbano, Yemen e Irán. Israel ha logrado asesinar a los líderes políticos de Hamás y Hezbollah, pero está muy lejos de haber neutralizado a estas fuerzas terroristas. De hecho, a Netanyahu no solo se le critica desde el exterior. Los familiares de los secuestrados lamentan que un año después aún no haya devuelto a sus casas los sesenta que se cree que aún siguen con vida. Una vez más, Oriente Próximo es un polvorín, pero esta vez da más miedo porque la posibilidad de que la guerra se extienda a toda la región es alta. Una vez más Estados Unidos hace equilibrios para que una eventual ruptura con Tel Aviv no le salpique en plena campaña electoral. La ONU, ni está ni se la espera. El cada vez más cuestionado derecho a veto de China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos frena cualquier posicionamiento crítico con Israel más allá de un inofensivo tirón de orejas. Una realidad que también explica los más de dos años de la invasión rusa de Ucrania. 

‘Aire que ve d’Alguaire’

Como en el popular garrotín, este fin de semana 9.000 personas, un 40% más que el año pasado, han estado pendientes del cielo de Alguaire. La feria aeronáutica LleidaAirChallenge se consolida plenamente y se profesionaliza con cerca de 40 contactos comerciales sin olvidar al público familiar. En total, este año el evento ha contado con 98 estands, entre ellos nueve de representantes de marcas de aeronaves, así como de escuelas aeronáuticas, empresas de drones para agricultura, construcción o extinción de incendios, aerotaxis y helicópteros. Un éxito.

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