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Salvador Illa prometió en el primer día del debate de política general que el ejecutivo catalán destinará 4.400 millones de euros para la construcción de 50.000 viviendas hasta 2030. Además, el presidente de la Generalitat incidió en la necesidad de “renovar el sistema sanitario de Catalunya con una inversión de 2.800 millones en cuatro años”, en el compromiso del PSC con ERC de desplegar el sistema de financiación singular pactado en el acuerdo de investidura y aprovechar las “oportunidades de colaboración” con el gobierno del PSOE en La Moncloa. “En Catalunya hay un 2% de vivienda pública, mientras que la media de Europa es del 9,3%”, dijo. Para combatir esta situación prevé la ampliación del parque público de vivienda y conseguir que “no haya ninguna comunidad que invierta tanto dinero en materia de vivienda”. Illa explicó que la Generalitat ampliará los terrenos disponibles con “la creación de una reserva pública de suelo” que empezará en febrero de 2025, además de incitar a la colaboración entre el sector público y privado con una financiación suave del Institut Català de Finances para fomentar la construcción de vivienda pública a través de un fondo de 500 millones de euros anuales. Estas inversiones y las que se presuponen en Rodalies y toda la red ferroviaria, el gran talón de Aquiles de Catalunya a día de hoy, son intenciones muy loables que compartimos todos, pero que no cuentan con los presupuestos necesarios si no se concreta la financiación singular, o llámelo el lector como más le plazca, que revierta de una vez el déficit fiscal que nuestro país padece desde hace décadas y que se ha plasmado en el deterioro de muchos de los servicios que, en cierta manera, marcaron el inicio del procés con aquella manifestación de julio 2010, junto con el acoso del PP al catalán tras el Estatut de 2006. Ayer siguió el debate y nos permitió llegar a la misma conclusión que con el gobierno central. Tanto Pedro Sánchez como Salvador Illa gobiernan en minoría y dependen de la habilidad parlamentaria para llegar a acuerdos con actores de sensibilidades muy diferentes y con vetos cruzados, como advirtió ayer ERC al PSC, y eso requiere mucha cintura política y una oposición que anteponga el bien común a sus intereses de partido y eso es muy complicado. Veremos. ‘Bella Ciao’No es más fácil el panorama en la UE, que ayer escuchó un discurso xenófobo del presidente de turno, el primer ministro de extrema derecha húngaro, Viktor Orbán, que puso todo el relieve de su mandato en la, según él, equivocada política de asilo europea, mientras no pronunció ni una palabra de la guerra de Ucrania. La izquierda ni le dejó acabar y cantaron el himno antifascista Bella Ciao. Tiempos revueltos que requieren mucho sentido común.

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