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La salud mental ha pasado de ser prácticamente un tabú a convertirse en una de las dolencias que más han saltado a la palestra después de la pandemia de la Covid, ya que tuvo efectos devastadores en este ámbito sanitario, especialmente a causa de los periodos de confinamiento. Esta semana, que se ha celebrado el día mundial de los diversos trastornos que contempla, hemos sabido que las cifras de afectados van al alza y que atañen a muchos sectores y a prácticamente todos los estratos de la sociedad. Y es que la salud mental se considera como el bienestar general de la manera en que cada uno piensa, regula sus sentimientos y se comporta, y es necesario estar alerta para detectar variaciones en cada uno de estos aspectos, por simples que parezcan. Porque un trastorno de salud mental puede tener consecuencias a la hora de mantener relaciones personales o familiares, funcionar en entornos sociales o adaptarse al ámbito laboral o estudiantil o tener incluso efectos mucho más devastadores para el enfermo y su entorno. Volviendo a la afectación, la directora médica de Sant Joan de Déu Terres de Lleida, Ester Castan, señalaba que entre la población joven se ha detectado un considerable aumento de los trastornos de la conducta alimentaria, de autolesiones y de adicciones, dolencias que, según la Associació d’Infermeria Familiar i Comunitària, se podrán ver agravadas por las dificultades laborales y el acceso limitado a la vivienda. Por su parte, entre los adultos prevalece la depresión y la ansiedad. Si preocupante es este panorama, no lo es menos el que presenta el de los profesionales que deben atender a los pacientes. Porque, en una entrevista publicada en este diario, Francesc Abella, coordinador del grupo sénior de la delegación leridana del Col·legi de Psicòlegs, alerta de que uno de cada cinco especialistas (el 21,8%) está en riesgo de sufrir problemas de salud mental, muy por encima del porcentaje de la población en general, que es del 6,6%. Asimismo, Abella ponía énfasis en que estos trastornos depresivos afectan en mayor medida a profesionales menores de 35 años. Una de las soluciones planteadas es que haya cambios en las facultades para prevenir en lo posible estas afectaciones a los futuros psicólogos.El resumen es que, como pasa en otros ámbitos relacionados con la salud y los cuidados personales, tales como los vinculados a la gerontología, es más necesario que nunca cuidar al cuidador. De su bienestar en todos los aspectos depende en buena parte el del resto de la ciudadanía que pueda sufrir estas dolencias. Asimismo, también es primordial recortar las listas de espera para que los afectados puedan ser atendidos en el menor espacio de tiempo posible para evitar males mayores. La consecución de ambos aspectos marca, y mucho, el nivel de bienestar de una sociedad que, en principio, es avanzada.

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