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El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, y el presidente del Parlament de Catalunya, Josep Rull, además de entidades, partidos e instituciones, homenajearon ayer a Lluís Companys en el 84 aniversario de su asesinato por el franquismo. “El camino para conseguir la paz y para lograr un mundo mejor es el camino de la política, de la diplomacia, del derecho internacional, no de la ley del más fuerte”, aseguró el President Illa en un discurso que tiene más que ver con la tesitura de la política actual, tanto en clave española como internacional, que con la figura del presidente que fue fusilado por intentar que Catalunya tuviera un reconocimiento pleno en la España de los años treinta. Estamos absolutamente de acuerdo con las palabras de Illa, el problema es que para pasar de los discursos a la realidad hace falta saltar muchos muros y algunos de ellos son, hoy por hoy, infranqueables y terminan por desestabilizar, cuando no desacreditar, a partidos e instituciones. Y si no, que se lo pregunten a ERC, que ha pasado de gobernar en la Generalitat, diputaciones y varias ciudades importantes de Catalunya (entre ellas Lleida) a una lucha descarnada y fratricida por el poder. Y lo lamentable de lo que le está sucediendo al partido de Companys es que no se están enfrentando por ideas o proyectos políticos, sino por egos y poder. Marta Rovira, que ha hablado poco en público desde su regreso a Catalunya el pasado 12 de julio gracias a la ley de amnistía y al archivo del caso Tsunami, deja la primera línea de ERC con duras críticas al líder de Junts, Carles Puigdemont, y a su compañero al frente de ERC durante más de una década: Oriol Junqueras. La dirigente defendió que los liderazgos de 2017 deben renovarse. “¿De verdad todavía hay alguien que crea que los que tuvimos responsabilidad en el 1-O seremos capaces de arreglarlo? Por eso yo también me voy: porque llevamos siete años sin saber cómo acabar el referéndum”, aseguró. En su opinión, los partidos independentistas llegaron al 1 de octubre de 2017 con un complicado equilibrio interno y externo y, tras la jornada de votación, “no se tomaron decisiones”. “No había un acuerdo sobre qué debíamos hacer el 2 de octubre”, resumió. Sus palabras más duras fueron para Junqueras, de quien dijo que “ha sembrado de forma interesada la desconfianza dentro del partido para sacar ventaja en la carrera interna. Hay quien cree que cuanto peor, mejor para él. Y yo creo que cuanto peor, peor sobre todo para el proyecto político”. No sabemos quién ganará el congreso de ERC de noviembre pero lo que sí es seguro es que, venza quien venza, la brecha abierta en la militancia de base tardará en cerrarse y el daño causado entre todos los actores del independentismo a los votantes del 2017 también es irreparable a corto plazo. Sería bueno, pues, para el país y, sobre todo, para el partido de Companys, que cuanto antes curen sus heridas.

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