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El Corredor Mediterráneo, una doble plataforma de ancho internacional y con alta velocidad que discurrirá desde la frontera francesa hasta Algeciras, uniendo ciudades tan importantes como Barcelona, Valencia, Alicante, Murcia y Málaga y conectándolas a su vez con el resto de Europa, es una infraestructura que lleva más de 20 años de retraso y que Catalunya ya reclamaba desde mucho antes porque permitirá viajar más rápido y con mayor frecuencia y, sobre todo, impulsará el transporte de mercancías por ferrocarril y el empleo en esta amplia red que si hubiera partido de Madrid haría años que estaría acabada. Es triste pero real, el centralismo impuesto en la red de carreteras y líneas de ferrocarril desde 1851 en que se promulgó la que puede definirse como la primera ley de Carreteras de España (clasificaba las carreteras en cuatro tipos: generales, transversales, provinciales y locales e imperaba el carácter centralista, con un apoyo total hacia las carreteras radiales, que eran las únicas financiadas en su totalidad por el Estado. No importaba que algunas vías transversales tuvieran mayor importancia o tráfico que otras generales, todas deben tener a la capital del Estado como punto cero). Toda línea de transporte ha de tener aún hoy como centro vertebrador Madrid y el Corredor Mediterráneo es una de las víctimas de esta política mesetaria. Pero el ninguneo que se ha dado a este proyecto por parte de todos los gobiernos españoles tiene una segunda marginación en su diseño y que no es otro que la conexión con Lleida que precisa, al igual que Barcelona, Tarragona o Girona, una vía rápida para exportar sus productos y mover con mayor agilidad sus sinergias con estas ciudades y Europa. Los diferentes sectores económicos leridanos siempre han reivindicado un enlace viable y logístico con este eje y ayer, a iniciativa de Junts y con los votos a favor de todos los grupos del Congreso a excepción de Vox, se aprobó una iniciativa parlamentaria que insta al ministerio de Transportes y a Adif a colaborar con la Generalitat para conectar esta red ferroviaria con el futuro polígono de Torreblanca y su terminal de tren para mejorar el tránsito de mercancías entre la capital de Ponent y Tarragona con ancho europeo. Paralelamente, los grupos del Congreso piden también la ampliación de horarios y convoyes de las líneas R13 y R14 de pasajeros, vitales para que esta vertebración del territorio comience a ser realidad. Todos los partidos políticos se llenan la boca a menudo de ir reduciendo el coche privado en aras del transporte público, sobre todo por ferrocarril que debería ser más cómodo, eficaz y sostenible, pero todos estos propósitos de poco sirven si seguimos teniendo, Alta Velocidad al margen, unos trenes más propios del siglo XX que del XXI, por mucho que el ministro Puente diga, sin sonrojarse, que “Catalunya tiene un servicio ferroviario envidiable”.

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