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La consellera de Justicia y máxima responsable de Emergencias de la Generalitat valenciana, Salomé Pradas, aseguró el jueves que desconocía la existencia de un sistema para enviar alertas masivas a la población a través del móvil hasta las 20.00 horas de la fatídica tarde del martes 29 de octubre, cuando las inundaciones por la dana ya anegaban decenas de municipios del País Valencià. Así lo aseguró ella misma en sus primeras declaraciones públicas desde la tragedia, tras casi nueve días de silencio. Para más “inri”, un audio reveló ayer la conversación que Salomé Pradas mantuvo con el centro de coordinación de emergencias (CECOPI) para lanzar alertas masivas a los móviles mediante el sistema ES-Alert por el peligro inminente. Según la cadena SER, este encuentro tuvo lugar a las 19.15 horas, lo que contradice la versión de la consellera, que afirmaba desconocer la existencia de este mecanismo hasta las 20.00. Por no hablar del presidente Mazón, que comió en un restaurante hasta las 18.00 horas el día en que se desató la gota fría. Despropósito tras despropósito, una negligencia tras otra. Como más sabemos, más nos horrorizamos, pese a que, desde el mismo miércoles, ya aseguramos, sin miedo a tener que rectificar, que la gestión de la Generalitat valenciana fue de juzgado de guardia. Falta de previsión, nula reacción y mentira tras mentira para excusar su ineficacia. Contrasta este desastre organizativo con la administración que se hizo hace 42 años de la gran riada del Segre y sus afluentes, de la que nos hacíamos eco en nuestro periódico ayer. Es evidente que una tragedia que costó 22 vidas no se puede alabar, pero sí asegurar que cómo se reaccionó ante las lluvias y las avenidas de agua en el Pirineo y Lleida ciudad en aquel noviembre de 1982 salvó más de una vida. Tiene razón el que era director de Urbanismo de la Paeria de Lleida, Josep Maria Llop, cuando afirma que por mucho que el volumen de agua que bajaba por los ríos leridanos fuera el doble e incluso el triple del que ha asolado València, la orografía hace incomparables ambos casos. La fuerza del agua y las distancias entre cabeceras y los núcleos habitados son muy distintos y más complicados en el País Valencià, pero las decisiones que se tomaron en Lleida durante las 17 horas más críticas fueron acertadas, y en ello colaboraron desde el radioaficionado de La Seu que dio la alarma a Protección Civil, la Paeria, la Generalitat y los propios vecinos, que hicieron caso de las advertencias. Lecciones, tanto las positivas, como la de la madrugada de ayer en Cadaqués, en que funcionó el sistema de alarmas, como las negativas de València han de servir para que en los futuros fenómenos meteorológicos graves, que los habrá como los ha habido siempre y más a menudo, estemos más preparados y concienciados para afrontarlos. Nosotros y, sobre todo, los gobernantes.

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