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Agricultores y ganaderos muestran su rechazo al acuerdo de libre comercio alcanzado entre la Unión Europea y el Mercosur –Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay–, y denuncian que pone en peligro la viabilidad de los productores catalanes, entre otras cosas, porque conllevará competencia desleal que pondrá en jaque las explotaciones con la entrada masiva de productos procedentes de países con normativas más laxas en materia laboral, ambiental y de seguridad alimentaria, lo que será devastador para el campo catalán, ya que abre la puerta a la llegada de carne de vacuno, cerdo, pollo, cereales, fruta y frutos secos entre otros, creando una competencia desproporcionada, porque se venderán a precios más bajos. Piden que si debe entrar un producto de fuera tenga las mismas garantías y la misma trazabilidad, tanto en fitosanitarios como en burocracia. Además el pacto afectará a la larga a cualquier alimento, como por ejemplo a las aceitunas, ya que en estos países tienen mucho terreno para crecer y mano de obra más barata. Paralelamente, el acuerdo alcanzado la noche del miércoles en el Consejo Europeo para suavizar la nueva propuesta de regulación de la pesca de arrastre no convence a las cofradías catalanas. El presidente de la Federació de Confraries y presidente del Consell Consultiu de Pesca a Europa, Toni Marzoa, señaló que las nuevas exigencias medioambientales ahogan a un sector al que se le lleva ya muchos años aplicando restricciones y las nuevas medidas de la UE solo alargan su agonía. Y si bien es cierto que el conseller Òscar Ordeig se comprometió ayer a aportar la ayuda económica necesaria para que los pescadores catalanes puedan hacer frente a la modernización medioambiental de sus barcos e instrumentos para faenar, la realidad será que muchos, más tarde o más pronto, deberán dejar esta actividad. Y el problema, tanto con Mercosur como con la pesca, no será que falte pescado o que los productos de proximidad del Mediterráneo, tanto agrícolas como pesqueros, desaparezcan. El problema será que los pequeños y medianos empresarios o trabajadores del campo o de la mar dejarán paso a grandes empresas que sí pueden afrontar las inversiones necesarias para cumplir con los pactos europeos, que no diferencian la pesca de Tarragona de la chipriota, o el vacuno del Pirineo del de Chequia o Estonia. Y así, paso a paso, norma a norma, los payeses y pescadores irán dejando paso a grandes conglomerados empresariales y morirá una estructura económica que ha permitido asentar a muchas personas en el territorio y que ha forjado el progreso de muchas poblaciones y comarcas. Es evidente que la globalización tiene también aspectos positivos para el comercio y la exportación, cada vez más importante en Lleida, y que la autarquía no es el camino, pero prescindir del tejido familiar del campo y el mar, tampoco.

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