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Lleida perdió ayer al que ha sido su pintor por excelencia en las últimas décadas, Joaquín Ureña, fallecido a los 78 años de edad. Nadie como él ha sabido trasladar a una acuarela la esencia de las calles, plazas y cualquier rincón de la ciudad donde vivía, del interior de empresas, locales y casas –entre ellas la suya– y de las personas que o bien se encontraban en estos espacios o bien retrataba. No lo hacía con una técnica que buscara reproducir cada detalle, sino a través de los colores. “Economizo las pinceladas, sintetizo. No me gusta el hiperrealismo, procuro no explicarlo todo, que el espectador interprete las manchas de color”, señalaba en la presentación de una exposición en 2018. Y más recientemente, el pasado junio, en una entrevista publicada en nuestro suplemento Lectura, afirmaba que “pintar es como un gran juego. Porque cuando tengo lo que quiero pintar siempre me pregunto: a ver, ¿cómo lo pinto? Si hago menos pinceladas, ¿qué pasa? ¿Puedo realmente explicar la idea que tengo?”. La pasión de Ureña por su ciudad quedó plasmada en el libro Mirar Lleida, con un total de 96 acuarelas de todos los barrios y, más allá de su obra, también se tradujo en su colaboración en múltiples iniciativas culturales y educativas. Precisamente, este año tuvo la oportunidad de ser el pregonero de las Festes de Maig, después de que en 2011 fuera el autor de su cartel, con Lo Marraco como protagonista. No hay ninguna duda de que Ureña ha dejado una huella indeleble en la ciudad de Lleida, donde también fue profesor en la Escuela Municipal de Arte desde 1984 hasta 2012. No obstante, su figura artística no es local, sino internacional. De joven, cursó estudios en las escuelas de Arquitectura de Madrid y Barcelona que no llegó a completar para dedicarse a lo que realmente le apasionaba, que era la pintura, en la que se formó de forma autodidacta y se especializó en la acuarela. Se le considera prácticamente el inventor de las acuarelas de gran formato, en las que se centró casi en exclusiva desde 1986. La importancia de su trayectoria queda reflejada por los más de 40 premios locales, estatales e internacionales que atesoraba, que incluyen desde la Medalla Morera, concedida en 1998, al Premio Extraordinario Reina Sofía y Medalla BMW en Madrid en 1996, el primer Premio del Certamen Nacional de Pintura Caja San Fernando en Sevilla en 1999 o la Orden de la Academia de les Artes, las Ciencias y las Letras de París, que es el más reciente, ya que la recibió en 2022. Había participado en más de un centenar de exposiciones colectivas y protagonizado unas ochenta de individuales en toda España y el extranjero. De hecho, su muerte tuvo lugar justo después de que hubiera pintado un nuevo cuadro tras haber acabado los de la muestra que tenía prevista este mes en Madrid. Ureña era mucho más que el acuarelista de Lleida y deja un legado que trasciende a la ciudad.

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