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El lunes, la conselleria de Educación aseguraba que introduciría cambios significativos en Bachillerato (unificar física y química y que las literaturas, catalana y castellana, pasen a ser optativas), pero ayer Esther Niubó compareció de urgencia para asegurar que la literatura catalana y la literatura castellana son una “línea roja” y que quieren “que continúen siendo una asignatura de modalidad en 2º de Bachillerato”. Niubó aseguró que está negociando con el Ministerio de Educación para poder mantener “la singularidad catalana”. Rectificar es de sabios, pero cuesta entender en qué cabezas pudo pasar la idea de eliminar el eslabón fundamental de toda lengua, el elemento clave para que una cultura perviva, mejore y evolucione. Los idiomas son los transmisores clave de toda forma de vida, de las costumbres y del conocimiento, y lastrar la literatura es atentar contra esta cultura. Además, por lo que respecta a la literatura catalana el hecho sería aún mucho más grave porque estamos ante una lengua amenazada, cuyo nivel de hablantes baja de forma alarmante a cada año que pasa y que su uso escolar, a través de la inmersión lingüística, es hoy por hoy el único salvavidas al que aferrarse. Como si estas premisas no fueran suficientemente claras y evidentes, todos los informes educativos publicados en los últimos años muestran una preocupante falta de comprensión lectora de los alumnos y la literatura es uno de los instrumentos básicos para mejorar esta carencia, acentuar el sentido crítico de los alumnos y ayudarles a destriar lo superficial de lo auténtico, ante el peso de las redes sociales y el lenguaje simplista, redundante y apocopado por el que transitamos actualmente. Por tanto, bienvenida sea la marcha atrás inmediata de la Generalitat, pero hará bien el gobierno de Salvador Illa de controlar las ocurrencias, tendencias o sugerencias de ámbitos políticos externos, porque el hecho de que llegara a anunciarse esta supresión evidencia una falta de criterio y voluntad de protección de las lenguas que estremece.

Fraude de ley del juez Aguirre

La Audiencia de Barcelona da por finiquitada la causa de la “injerencia rusa del procés”. El tribunal obliga al juez instructor Joaquín Aguirre a decretar el archivo de la investigación. Además, el tribunal reprocha al juez que se planteara “imaginativas soluciones alternativas” para procesar a los expresidentes de la Generalitat Carles Puigdemont y Artur Mas y lo tilda de “fraude de ley”. Una noticia que demuestra que, pese a que buena parte de la cúpula judicial se empeñe en ejercer un poder político que no le corresponde, a costa de saltarse las propias leyes, la verdad tarde o temprano tiende a aflorar.

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