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El 2025 que justo hemos comenzado tiene varios retos mundiales, europeos, españoles, catalanes y territoriales por afrontar y, sin ningún tipo de dudas, la geopolítica es la principal. Porque si EEUU, China, Rusia y la Unión Europea no hacen el firme propósito de intentar a llegar a mínimos acuerdos sobre conflictos como la guerra de Ucrania, Palestina y los países árabes, y sus mil y un entresijos políticos y religiosos, podemos acercarnos peligrosamente a confrontaciones de ámbito mundial que a nadie beneficiarían, y menos aún a los ciudadanos de a pie que son los que siempre acaban pagando las guerras mundiales. En cuanto a Europa, o buscan una política de entendimiento común en varios frentes, o puede caer en la más absoluta irrelevancia. En España está claro que el problema principal se centra en la bipolarización. El gobierno central tiene una mayoría pírrica y la oposición no acepta que gobierna quien suma parlamentariamente, no quien gana las elecciones, y eso impide que unos y otros puedan avanzar en aras del bien común de todos los españoles. Sin duda, otra asignatura pendiente es la integración, con deberes y derechos, del gran número inmigrantes que llegan cada año al Estado español para trabajar en diversos sectores en los que la falta de mano de obra es evidente y de cómo se afronte este reto dependerá también que el racismo y la xenofobia sigan creciendo o que consigamos una sociedad cohesionada, tolerante y próspera. Por supuesto, la agenda catalana sigue estando encima de la mesa, y hasta que todos los exiliados puedan volver a sus casas y se aplique la amnistía, tal y como la aprobaron los representantes de la ciudadanía, que es a quienes compete legislar, será imposible pasar página del “procés” y buscar nuevas fórmulas para que Catalunya alcance las cotas de autogobierno a las que aspira, por historia y voluntad de ser. En cuanto a la vivienda, seguirá siendo la piedra angular de todos los objetivos porque es un derecho fundamental al que todos debemos tener acceso. Y en cuanto a Lleida y el Pirineo, deberá seguir reclamando la vital importancia del mundo rural para conseguir el reequilibrio territorial tan mencionado y tan poco practicado. 

Rosa Fabregat

La escritora Rosa Fabregat falleció igual que vivió, sin hacer ruido. Mujer de fuertes convicciones y principios, pero que defendió siempre con voz melodiosa. Catalunya, feminismo, ética y cultura, que a ella le gustaba resumir como la condición humana. Nació en Cervera, pero siempre estuvo vinculada a la ciudad de Lleida y, aunque era farmacéutica, sus pócimas preferidas fueron las letras y la métrica como base del humanismo.

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