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¿Quién no ha visto en algún restaurante una mesa familiar con un niño de corta edad que, a la altura del plato, tiene un móvil al que presta una atención absoluta?, ¿y qué decir de los viajes en coche, con los pequeños absortos mirando una pantalla y haciendo caso omiso del paisaje que le ofrece el trayecto? Por no hablar de los adolescentes, que en demasiadas ocasiones centran su vida social, y muchas veces de forma artificial o irreal, en lo que sale de su smartphone. Son escenas cotidianas que tienen efectos nocivos cada vez más patentes en nuestra sociedad. Sin ir más lejos, en el reportaje que publicamos en las páginas anteriores, informamos de que el Hospital Sant Joan de Déu de Lleida trata cada año a un promedio de 40 adolescentes, de edades comprendidas entre los 12 y los 17 años, por el uso abusivo de móviles y otros dispositivos tecnológicos similares. Los indicios que alertan de esta forma de adicción, y que deben ser considerados como señales de alarma, pueden ser el absentismo escolar, el descenso de las notas, el aislamiento o más discusiones de las habituales. Los especialistas que abordan estas problemáticas explican que se han encontrado con casos de jóvenes que se pasan hasta 15 horas al día interactuando con sus dispositivos. Y el problema no solo radica en el tiempo invertido, y a la vez perdido para otras actividades que les permitirían socializarse, sino también en los contenidos a los que pueden acceder sin control alguno. También cabe señalar en este sentido la influencia que pueden ejercer los influencers (valga la redundancia) o youtubers, que en muchos casos son una especie de ídolos con seguidores que en ningún momento ponen en dudas sus opiniones y/o recomendaciones. Ante esta problemática son múltiples las entidades, organizaciones y especialistas que proponen soluciones varias. Hay quienes abogan por prohibir los móviles hasta al menos los 16 años. Otras optan por no vetar su uso, pero sí permitirlo de forma acompañada por sus progenitores o personal docente, en el caso de las escuelas. No hay una única solución, pero, como ocurre en tantos aspectos de nuestra vida cotidiana, lo que está claro es que debe imperar el sentido común. Porque un padre o una madre que se pasa el día colgado del móvil, no es muy lógico que diga a sus pequeños que estos aparatos son nocivos y que no deben usarlo. Prohibirlos también parece exagerado porque no todo lo que proporcionan es negativo, pero controlando el tiempo destinado a jugar o navegar. Ante esta realidad y teniendo en cuenta que esta noche pasarán los Reyes Magos por la mayoría de casas con pequeños, sería bueno que las cartas que les han enviado incluyeran peticiones de regalos que les permitan socializar, compartir y hablar con sus coetáneos, prácticas que hasta hace unos años eran mucho más habituales que ahora. A buen seguro, les será muy útil de cara al futuro.

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