SEGRE

Creado:

Actualizado:

El auge de la ultraderecha en Europa y los Estados Unidos va acompañado de un mensaje contra la inmigración presentando a los que proceden de países pobres –si son ricos no hay problema– como una amenaza para la subsistencia de los autóctonos o, simplemente, como delincuentes. El reportaje que publicamos en nuestra edición de hoy sobre las peripecias que pasó Marcel, un adolescente de Burkina Faso (en el África subsahariana) que juega como futbolista en el Juvenil A del Lleida, hasta llegar aquí ayuda a desmontar esta falacia. Salió de su ciudad cuando solo tenía 15 años, con el sueño de poder llegar a ser futbolista profesional, algo impensable en un país que tiene el decimoquinto mayor índice de pobreza del mundo. El viaje duró muchos meses, tuvo que sobrevivir a las mafias que controlan el paso de las fronteras y los embarques, a los abusos policiales y, finalmente, a la travesía por el océano Atlántico desde El Aaiún (en el Sáhara Occidental) hasta Canarias a bordo de una patera en mal estado y sobrecargada. Se trata de un adolescente que se ha jugado literalmente la vida no por gusto, sino por las pésimas condiciones de vida en su país de origen. Esta es la realidad de la inmensa mayoría de los migrantes que intentan entrar en Europa o en Norteamérica, un buen número de los cuales fallecen durante la travesía. Mientras, los que consiguen alcanzar su destino deben afrontar diversos prejuicios. Sin ir más lejos, a nivel local resulta frecuente oír o leer en redes sociales comentarios que culpan de todo tipo de delitos que tienen lugar en la calle a los menores extranjeros no acompañados. En este caso, es muy ilustrativo lo que dice el responsable de la atención que Sant Joan de Déu Terres de Lleida presta a este colectivo: “Si la sociedad les da una oportunidad caen muchos mitos”. Esta es la clave, facilitar medios de formación, ni más ni menos que a otros adolescentes, para que puedan integrarse social y laboralmente. A la vez, hay que inculcarles el respeto a valores que deben ser básicos en nuestra sociedad, como la plena igualdad entre hombres y mujeres, y aplicar la ley a los que delincan, igual que a cualquier otra persona. Otros prejuicios habituales con los que se encuentran, tanto si son jóvenes como adultos, es que quitan puestos de trabajo a los autóctonos y que monopolizan las ayudas públicas. Sobre el primero, solo hay que analizar qué pasaría si no hubiera personas de origen extranjero ocupando empleos que son básicos para nuestro día a día, como servicios públicos o de atención a mayores, por poner solo dos ejemplos. Por si esto fuera poco, el descenso de la natalidad hace que esta mano de obra se haya convertido en fundamental para mantener el sistema de pensiones. Y sobre el segundo, por un lado estos trabajadores contribuyen a mantener las arcas públicas y, por el otro, la mayoría de las ayudas dependen del nivel de renta.

Titulars del dia

* camp requerit
Subscriu-te a la newsletter de SEGRE
tracking