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El freno de la actividad constructora durante varios años a raíz del estallido de la burbuja inmobiliaria a principios de 2008 ha tenido varios efectos colaterales, uno de los cuales es una menor renovación del parque de viviendas. Este hecho, sumado a las tradicionales falta de inversión en proyectos de rehabilitación, por un lado, y en pequeñas actuaciones de mantenimiento, por el otro, han acelerado el envejecimiento de los edificios. En las capitales de comarcas de Lleida, los datos del Catastro y del ministerio de Vivienda indican que el número de los construidos hace más de 45 años es de alrededor de la mitad del total. Entre otras cuestiones, esto afecta a su eficiencia energética, ya que entonces ni tan solo había una normativa específica que obligara a que tuvieran un aislamiento térmico determinado. Precisamente, los fondos Next Generation de la Unión Europea incluían una línea destinada específicamente a mejorar esta eficiencia. Sin embargo, la complejidad de su tramitación ha hecho que las solicitudes hayan sido más bien pocas y, en algunas líneas, cercanas a cero. Es el caso de la destinada a bloques de viviendas sociales antiguas, para las que Lleida recibió unos diez millones de euros, pero, tal como publicó este diario en su día, apenas ha habido peticiones por parte de las comunidades de vecinos. Hace unos años, la Generalitat también aprobó una normativa que obligaba a los inmuebles con más de 45 años de antigüedad a pasar la Inspección Técnica de los Edificios (ITE). Su efectividad también ha sido poca, porque el porcentaje de los obligados a someterse a la inspección que la han hecho rondaba a mediados del pasado año el 10%. Además, los arquitectos constatan que es habitual que las comunidades de los que sí la han pasado solo acometan una parte de las actuaciones recomendadas. Hace falta más información y es necesario que haya ayudas generosas y más fáciles de tramitar para modernizar el parque de viviendas. Hay que tener en cuenta que obras como la retirada de instalaciones con amianto son muy costosas y no todos los propietarios disponen de fondos para hacerlo. 

Musk y los ultras europeos

Elon Musk, el hombre más rico del mundo, está utilizando todo su poder para ayudar a la extrema derecha en Europa. Esta semana la red social X, de su propiedad, ha servido de altavoz a la candidata ultra en las elecciones en Alemania. Una vez más, hay que hacer un llamamiento a los ciudadanos a que estén bien informados y no se dejen llevar por las redes. Por otra parte, la alianza entre Musk y los ultras es lógica, ya que ambos aplican el darwinismo social. El primero en favor de los más ricos, a lo que los segundos añaden la cuestión nacional.

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