La calidad del agua de los ríos
El deterioro ambiental de los tres principales afluentes del Segre por su margen izquierda, el Corb, el Sió y el Ondara, ha comenzado a activar las alarmas: los tres muestran un deterioro de la calidad de las aguas que se recoge en la documentación inicial del nuevo Plan Hidrológico del Ebro (PHE), que Confederación Hidrográfica del Ebro acaba de sacar a exposición pública. El Corb, que nace en Tarragona y desemboca 57 km después en Vilanova de la Barca tras atravesar el Urgell, el Pla d’Urgell y el Segrià; el Sió, cuyos 80 kilómetros drenan la Segarra, el Urgell y la Noguera para verter su caudal aguas arriba de Balaguer, y el Ondara, de apenas 50 km entre Talavera y Vallfogona de Balaguer, discurren por algunas de las zonas de mayor actividad agrícola, ganadera e industrial de la demarcación de Lleida, en las que primero operaron como fuente de caudales para, poca poco, con el desarrollo de los regadíos y los polígonos y el crecimiento de los núcleos urbanos, acabar transformándose en sumideros de los retornos de esas mismas actividades. Ese proceso, que se ha mantenido durante más de medio siglo, ha provocado intensas alteraciones tanto en su morfología como en sus ecosistemas y en la calidad del agua que circula por ellos. La memoria del nuevo Plan Hidrológico del Ebro prevé que “el aumento de la superficie regable incrementará las presiones por extracciones y contaminación difusa, pero dentro de los márgenes previstos” y que irá acompañado de “un proceso continuado de modernización que está llevando a expandir progresivamente las técnicas de riego más eficientes”. El agua es el bien prioritario a conservar para mantener el progreso de Ponent, tanto en su potencial agroalimentario como para diversificar la economía con industrias de variados sectores, cuidemos pues este oro líquido de nuestra economía y utilicemos la investigación hidrológica para diezmar este deterioro de la calidad del agua y depuremos toda la que podamos para su reutilización. Cada gota cuenta.
Los EEUU de Trump
Donald Trump se dio ayer un baño de masas en Washington. En una investidura alternativa, no administrada por el presidente del Tribunal Supremo, sino por los 15.000 eufóricos asistentes al estadio de los Wizards, proclamó el fin a un primer cuarto de siglo dominado por el establishment demócrata y dio por inaugurada una nueva era nacionalpopulista, de tendencia oligárquica, en la primera potencia mundial. Aseguró que se baja el telón de cuatro largos años de decadencia americana para abrir otros de “fuerza y prosperidad”. Tiempos difíciles para la cuna de la democracia moderna y aunque Trump no podrá cumplir la mitad de sus polémicas promesas, Europa y el mundo entero deben estar en alerta.