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Los líderes de la ultraderecha europea celebraron el sábado una cumbre en Madrid en la que primaron los discursos contra la inmigración, a la que asociaron directamente con la delincuencia, y la diversidad, tanto racial como sexual. A la vez reivindicaron los valores de la familia tradicional –mejor si es con muchos hijos– y del cristianismo, se alinearon con Donald Trump cuando todo apunta a que está a punto de abrir una guerra comercial con la UE, a la que también denigraron, y exhibieron su negacionismo sobre el cambio climático. En conjunto, se trata de postulados que defienden políticas retrógradas, reflejadas también en el lema del encuentro: la reconquista. El problema es que entre los participantes abundaban dirigentes que lideran o forman parte de gobiernos de diversos países, en una ola reaccionaria que de momento no tiene visos de remitir a corto plazo. Las causas son muchas, entre ellas que los partidos que han sido hegemónicos en los estados europeos y en la propia UE han cometido errores de bulto. Sin embargo, los ciudadanos no deberíamos dejarnos llevar por las emociones y los instintos más primarios. Solo por poner un ejemplo, basta con reflexionar sobre qué pasaría si de repente todos los inmigrantes dejaran los empleos que están ocupando ahora. Y ya que Trump es el faro que guía a la ultraderecha mundial, tampoco está de más preguntarse si él y los grandes magnates que le apoyan son realmente la alternativa al sistema –el presidente de EEUU suele repetir que encarna la revolución del sentido común–, o bien son los que han sacado el máximo partido del mismo y lo único que quieren es dar un paso más hacia la ley de la selva, donde los más fuertes no tengan ninguna traba para seguir acumulando riqueza. En un mundo donde los algoritmos de las redes sociales influyen cada vez más, debemos recordar que la historia demuestra que no hay soluciones fáciles a problemas complejos, y los que las preconizan acaban provocando más sufrimiento a la mayoría de los ciudadanos. 

Menos burocracia en el campo

El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, anunció en la clausura del congreso de Unió de Pagesos una veintena de medidas para reducir la burocracia que soportan los agricultores, en vísperas de los cortes de carreteras convocados por el Gremi de la Pagesia. Destacó la supresión del certificado sanitario de movimiento del ganado enfermo y el fin de la obligación de mantener un libro de gestión de fertilizantes a los agricultores que se acojan al Cuaderno Integrado de Explotación, así como la creación de una nueva categoría de explotación agraria familiar para facilitar la gestión. La música suena bien, pero habrá que ver cómo se acaba concretando.

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