El catalán, en horas bajas
Solo habían pasado siete años de la muerte del dictador Francisco Franco, y dos de la recuperación de las instituciones catalanas, cuando la Generalitat puso en marcha la primera de las campañas para impulsar el uso del catalán, hasta entonces relegado al ostracismo. Norma, una niña dibujada por Lluís Juste de Nin, se coló por todos los rincones propagando el lema El català, cosa de tots. Después llegaría un eslogan que reflejaba el aumento demográfico registrado en Catalunya, Som sis milions, mientras que a principios del presente siglo el lema era Tu ets mestre, quizá no tan famoso como otros anteriores, y en 2005 llegaría otro punto álgido en la promoción de la lengua con la Queta y su famoso eslogan Dóna corda al català. Seguiríamos con más iniciativas relacionadas con el mismo tema pero mejor centrarnos en la realidad actual. Y es que el catalán es la lengua habitual de menos de un tercio de la población por primera vez en, como mínimo, 20 años, según la Encuesta de Usos Lingüísticos de la población del departamento de Política Lingüística, que se publica cada cinco años y cuyos últimos resultados se dieron a conocer el miércoles. Pero si esta realidad es preocupante para la pervivencia de la lengua aún se agrava más si el análisis hace referencia a los más jóvenes: el catalán es la única lengua materna, es decir, la inicial, de menos de tres de cada diez residentes de 15 años o más. Ante esta situación, la Plataforma per la Llengua puso el grito en el cielo y presentó la campaña Decantem la balança pel català para movilizar a la ciudadanía y activarla para hacer frente a la “situación de emergencia” lingüística de esta lengua. Esta entidad reclamó actuar en ámbitos que considera “prioritarios” y, en primer lugar, exigió a las instituciones “un compromiso real con la lengua” y dejar de lado la pedagogía y las buenas palabras para pasar a los “hechos”. En segundo lugar, la Plataforma reclamó crear más espacios de socialización en catalán, generar más contenidos en catalán para normalizarlo en el ámbito audiovisual, establecer “mecanismos de control” para hacer cumplir la inmersión lingüística y que las instituciones y la sociedad se comprometan con “una identidad colectiva ligada a la lengua y explícitamente abierta”. Veremos qué respuestas tienen estas reivindicaciones. De momento, la Generalitat, que en esta legislatura ha recuperado la conselleria de Política Lingüística, anunció un plan de choque con 8,8 millones de presupuesto para aumentar el número de plazas de cursos de catalán. Es loable, como lo es también lograr que se hable en el Congreso o en Europa, pero quizá sería bueno recuperar (y poner en práctica) eslóganes como los primigenios de Norma y recordar que el català és cosa de tots. En nuestras manos, o mejor dicho, en nuestras bocas, está buena parte de la solución para fortalecer uno de nuestros principales signos de identidad.